Grup Parlamentari de la CUP-NCG

Un futuro sin renuncias

Hemos leído con atención el artículo del presidente de Esquerra Republicana de Catalunya, Oriol Junqueras y, a pesar de la audacia del gesto, nos preocupan y mucho varias cuestiones que creemos capitales; algunas por dichas y otras por omitidas.

Habla de los aprendizajes del 1 de octubre, y la fotografía de este lunes también es uno, y muy importante. Pedro Sánchez y Pere Aragonès se encuentran escenificando una apuesta institucional por el entendimiento entre el gobierno español y el gobierno catalán, y los anfitriones son Foment del Treball y La Vanguardia. Son dos de los nombres propios que, junto con La Caixa y otras grandes corporaciones, se opusieron públicamente -con palabras y con gestos- a la voluntad de nuestro pueblo de decidir su futuro. Del 1 de octubre hemos aprendido que la oligarquía siempre se pone de parte de los más fuertes y no de los más justos. Y a pesar de que el gobierno español cambie de composición, los ciclos históricos hacen evidente que es parte de una larga tradición política de negación del derecho a la autodeterminación de los catalanes y las catalanas.

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La alianza entre salones y mercaderes ha caracterizado al Reino de España desde su constitución como estado moderno. De hecho, cita a Lluís Companys, que fue encarcelado por proclamar la República Catalana, en el marco de la revolución de octubre de 1934 para hacer valer la ley de contratos de cultivo después de que el Tribunal de Garantías Constitucionales lo anulara por la denuncia de terratenientes y grandes propietarios. Y como si se tratara de un ciclo infinito, Companys y todo su gobierno fueron amnistiados en 1936, poco antes del levantamiento fascista y de su asesinato en el castillo de Montjuïc.

Y volviendo a nuestro tiempo pero siguiendo con la tónica del gobierno de España, el diálogo en el marco de la Constitución Española es equivalente a abrir una cerradura con la llave equivocada. No tiene sentido, ni más recorrido que el gesto de intentar abrirlo. De hecho, si hacemos memoria, la mesa de diálogo se consigue con las movilizaciones del Tsunami Democràtic, y es una manera de bajar la tensión, y ahora el gobierno español pretende rematar la estrategia y cerrar un ciclo de lucha y de organización con los indultos. En el artículo habla de Escocia, y de la necesidad de seguir su ejemplo, pero es que el Estado, a pesar del gesto de Pedro Sánchez de pasearse por los salones del poder, no da margen a nada. En Escocia, el Reino Unido aceptó la victoria del independentismo en las urnas, en vez de combatirlo con porras y represión. De hecho, que los partidos autoreferenciados como progresistas también demonicen el referéndum no hace más que normalizar el marco de quienes levantan todos los fantasmas de un pasado triste y autoritario.

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Y ante la sordera de un PSOE atemorizado por las amenazas de la derecha y de unos jueces que hacen de gobierno barriendo derechos, necesitamos que el gobierno independentista sea una herramienta de defensa de los derechos y las libertades de la gente trabajadora. Y según la brújula de octubre de 2017 y de muchos octubres pasados, requerirá fortaleza. Como la ley de los Rabassaires del 1934, la ley de defensa del derecho a la vivienda y contra la pobreza energética del 2015 y el Decreto Ley contra los desahucios de 2019 han sido suspendidos por el Tribunal Constitucional. A pesar de la terquedad de los jueces, no queremos un país lleno de salones donde se paseen los mercaderes, pero sin techo para quien no lo pueda pagar. E igual que en octubre de 2017, cuando la gente puso el cuerpo y el corazón, ahora que las instituciones no están a la altura la gente vuelve: desobediencia civil contra los desahucios y las órdenes judiciales que expulsan a las familias de su casa. Y con la crisis del covid-19 asediando a las más desprotegidas, necesitamos que los cantos de sirena no hagan naufragar la nave. La Generalitat tiene que ser leal a las necesidades y voluntades de nuestro pueblo y hacer honor al título de republicana poniéndose junto a las que no tenemos más futuro que el país que podamos construir con nuestras manos.

Y tal como dice el libro Tornarem a vèncer que publicaron Oriol Junqueras y Marta Rovira desde la dureza de la prisión y del exilio respectivos, lo que queda claro es lo que todo el mundo sabe: que no podemos renunciar a ninguna forma de lucha democrática para ganar la libertad, tampoco la unilateralidad.