Pere Aragonès conversando con Jéssica Albiach, Joan Carles Gallego y David Cid en el Parlamento .
11/05/2021
3 min

El bloqueo de las negociaciones entre Junts y ERC para formar gobierno, que se ha constatado este martes en una reunión en el Parlament entre los equipos negociadores de los dos partidos, acerca la posibilidad de una repetición electoral que es altamente irresponsable por la situación que vive el país y plantea un riesgo muy serio para la mayoría soberanista. Los electores están cada vez más decepcionados con los partidos, fastidiados con una telenovela que cada vez es más difícil de explicar y de entender, incluso para los periodistas. Es incomprensible que dos partidos que comparten gobierno desde 2015 (primero con CDC y después con JxCat) y que sabían que habría elecciones anticipadas desde hace más de un año hayan sido incapaces de ponerse de acuerdo para reeditar el pacto de gobierno. No hay ninguna excusa. Ningún argumento que lo justifique. Y más cuando el tercero en discordia, la CUP, antes considerado un elemento de inestabilidad, fue capaz de cerrar un acuerdo.

De hecho, el gobierno se tendría que haber pactado en quince días después del 14-F, puesto que era y es urgente poner toda la maquinaria de la Generalitat a trabajar intensamente en favor de la reconstrucción económica del país, que todavía no ha salido de la pandemia y sufre una severa recesión económica. Por lo tanto, el primer error es haber planteado una negociación tan larga. No era responsable y solo se puede entender por el interés partidista por conseguir posiciones de ventaja al margen del interés general. Plantear una negociación sobre la estrategia independentista en un contexto de pandemia y crisis económica y a costa de alargar el tiempo de un gobierno en funciones ha sido el segundo error, porque el diagnóstico de la situación que hacen los dos partidos está tan alejado que se tendría que haber dejado para más adelante. No se puede resolver en unas semanas una desavenencia estratégica tan profunda, que viene del mismo 2017. Y en tercer lugar, los negociadores han sido incapaces de crear el clima de confianza mínimo para construir acuerdos. La intervención de Jordi Sànchez del pasado viernes, en la que afirmaba que el acuerdo se podía conseguir "en días", o la de Marta Vilalta cuando habló de punto "de inflexión" cuando la realidad era otra son una buena prueba de doble lenguaje, que alimenta el desconcierto ciudadano.

Llegados a este punto, lo único que hace falta es hacer un llamamiento a la responsabilidad de todos para evitar la repetición electoral in extremis. El país necesita un gobierno lo más fuerte posible, y en este caso el resultado interno del soberanismo marca que tiene que estar encabezado por Pere Aragonès, el candidato que quedó, en número de votos y por un escaño, delante del tándem formado por Carles Puigdemont y Laura Borràs. Es evidente que el gesto de ERC no pone las cosas fáciles a Junts, pero también es verdad que los juntistas tendrían que hacer honor al compromiso de Sànchez de no especular con una repetición electoral y facilitar, si fuera el caso, un gobierno monocolor. Un gobierno en minoría no es la opción óptima para el país ni para el soberanismo, pero es preferible a unas nuevas elecciones, que apuntan a una abstención récord. La reflexión de la demanda de responsabilidad es también válida para los comuns y el PSC, a pesar de que los socialistas son ahora los primeros interesados en una repetición de las elecciones en la que esperan ser los más beneficiados. La carencia de cintura política y de responsabilidad en un momento tan complicado como el actual alimenta la desafección de los ciudadanos y el desprestigio de la política, y abona el terreno para el populismo.

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