En el sudeste asiático y en algunas regiones de África la gente basa su alimentación en el arroz. El arroz produce provitamina A en las hojas, pero no en el grano, que es lo que se come. Debido a esto, en ese momento en el mundo 250 millones de niños en edad preescolar sufren de deficiencia de vitamina A. Cada año entre 250.000 y 500.000 de estos niños se vuelven ciegos y la mitad de los niños mueren antes de un año después de quedarse ciegos.
Un arroz que podría haber salvado millones de vidas
Hace más de veinte años unos científicos suizos alcanzaron un hito extraordinario: mediante la transferencia de genes de narciso, maíz y bacterias, consiguieron que el arroz produjera betacaroteno, el precursor de la vitamina A. El grano era de color amarillo: por eso lo llamaron Golden Rice, o arroz dorado. Dos estudios recientemente publicados en The American Journal of Clinical Nutrition confirmaron que sólo 50 gramos de ese arroz cubren el 60% de las necesidades diarias de vitamina A de un niño.
Greenpeace contra la ciencia
El caso es que Greenpeace y los grupos antitransgénicos quedaron descolocados. "¡Ostras! Con el arroz dorado se salvarían vidas y, además, ¡no hay ninguna multinacional detrás!" Pero se rehicieron enseguida y su posición oficial fue finalmente que en modo alguno podía permitirse cultivar ningún transgénico. El arroz dorado quizás salvaba vidas, pero era un caballo de Troya contra los antitransgénicos: había que realizar muchos más estudios sobre su efectividad y seguridad para las personas y para el planeta y etcétera, etcétera.
Uno de sus argumentos es que no es necesario, que se puede obtener la vitamina A con una dieta variada a base de mangos o boniatos. Éste es el típico argumento de quien tiene la nevera llena. Pero a ver, con uno o dos euros al día para alimentarte, ¿cuántos mangos puedes comprar? ¡Pocos, francamente!
La ciencia responde: 109 premios Nobel
Tipos de esta situación, en 2016 más de 100 premios Nobel decidieron levantar la voz y firmaron una carta abierta dirigida a Greenpeace, Naciones Unidas ya los gobiernos de todo el mundo. En él denunciaban la campaña sistemática contra los cultivos genéticamente modificados, y en particular contra el arroz dorado. El texto no podía ser más claro:
"Instamos a Greenpeace y sus seguidores a reconocer las conclusiones de los organismos científicos competentes y de los organismos reguladores, ya abandonar su oposición en contra del arroz dorado, que tiene el potencial de reducir significativamente o incluso eliminar la deficiencia de vitamina A en gran parte del mundo." Y lo remataban con una pregunta contundente: "¿Cuántos niños más deben morir antes de que esto se considere un crimen contra la humanidad?"
Pese a este toque de alerta de los máximos exponentes del pensamiento científico mundial, el rechazo a los transgénicos sigue arraigado en muchos sectores. Aún hoy, muchos gobiernos bloquean o entorpecen el uso de estas tecnologías por razones puramente políticas, ideológicas o dogmáticas. Y mientras esto ocurre, cientos de miles de niños siguen perdiendo la vida cada año por una deficiencia que sabemos cómo prevenir.
Parecía que se arreglaba...
Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda aprobaron el consumo del arroz de oro, y lo consideraron seguro para la alimentación humana. Y en 2021 Filipinas fue el primer país en autorizar su cultivo. Parecía que la ciencia finalmente ganaba. Pero en el 2024, tras nuevas presiones ecologistas, el Tribunal Supremo filipino suspendió su autorización. ¡Otro paso atrás!
Perdonad, pero esto no es un debate científico. Es una crisis moral. Es, como dicen los premios Nobel firmantes de la carta, un crimen contra la humanidad.