

En el grupo de WhatsApp, Romaguera propone ir a La Taverna de Cigala, un nuevo restaurante en Barcelona, que acaba de obtener la primera estrella. ". Entonces Gatius, por no ser menos, escribe: "Fui el primero en decir que tendrían estrella". Y Puigvert añade: "Yo ya hace tiempo que les sigo". Pronto, Rovellats añadirá: "Es elproyectode brasa en Barcelona de Paco Muñoz, ¿verdad? No le irá bien...". En nada, Romagosa escribirá que él también, él también hace tiempo que les sigue. Y Puigdendoles, que es su mujer, pues también escribirá que ella también los sigue (y desde antes) Entre los dos siempre compiten a ver quién conoce más restaurantes. A cada cónyuge le provoca más placer sexual conocer un restaurante que el otro no conozca que irse a la cama.
Irán al restaurante, con ademán displicente. Cuando venga la sumiller, Romagosa, que es el experto en vinos del grupo, le pedirá por favor, que avise Xevi, que es el jefe de sala (de ella, tan joven, no se fía). Ella, sonriendo, hará que sí y se llevará la botella de espumoso que pensaba proponerles de aperitivo.
Comenzará la comida y todos ellos, quitándose y poniéndose las gafas de cerca, harán fotos torpes de los platos para sus cuentas de Instagram. Holocausto de gambas, ojo de calamar. Cuando Puigvert, con dos copas de más, declare que la almeja en texturas le ha puesto piel de gallina, todos los demás, por no ser menos, también se mostrarán emocionados y se arremangarán para enseñar los brazos. Comenzará el concurso en el que todos ellos encontrarán tal plato "perfecto pero no emocionante", tal vino "sedoso pero previsible" y tal aperitivo (el más baladí) "lo mejor de la comida sin duda". Jugarán a ver quién es más sensible y quién se percata más de las sutilezas. Alguien dirá que "el pan es para llorar". Y en el postre estarán todos tan bebidos que la camarera de antes podrá llevarles un plato de jabón, en lugar de queso, que no se darán cuenta y lo encontrarán, claro, excelso, una representación del territorio.