Unos indecentes

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El cardenal Joan Josep Omella en una imagen de archivo.

1. El viernes, en RAC1, el presidente del Barça dijo que Real Madrid TV es una vergüenza y que, si tuvieran “un poco de decencia”, no harían lo que hacen. Laporta se refiere a la campaña sistemática de la televisión oficial del club de Florentino Pérez para presionar a los árbitros antes de los partidos. La decencia y su sombra, que es la indecencia, son términos subjetivos. Depende del punto de vista de quien interpreta los hechos. Según el DIEC, el adjetivo decente significa “que obra dignamente”. El mismo viernes, dos protagonistas de la actualidad tuvieron un comportamiento, en mi opinión, indecente: el presidente de la Conferencia Episcopal Española y el presidente de Aragón.

2. El viernes, en el Parlament, el cardenal arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella, hizo campana. Era la segunda vez que la comisión de investigación sobre la pederastia requería su presencia como testigo y, al igual que en el primer caso, no tuvo la decencia de presentarse. El Parlamento le ha advertido de las consecuencias penales que puede tener su incomparecencia, pero parece que Omella prefiere pagar la pena por callar que dar la cara ante la Gran Vergüenza –sí, en mayúsculas– del sector que representa. Estamos ante el escándalo más escalofriante que puede haber: abusar de niños y niñas. El asunto es tan grande y tan masivo que sólo un paraguas de silencio insólito, con la complicidad eclesiástica e institucional, ha tapado los delitos durante años y cerraduras. De la mano muerta hasta la violación, un puñado de curas impunes han arruinado la vida de muchas personas. El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, ha puesto cifras. En su "Informe sobre abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica", cuenta unas 440.000 víctimas de pederastia en España. Al cuantificar la magnitud de la tragedia, el presidente de la Conferencia Episcopal respondió al Informe Gabilondo. Omella dijo que era "imposible confiar en la veracidad y fiabilidad de estos resultados". La negación es siempre la primera respuesta, de manual, de quien se siente pillado. ¿Cuántas víctimas considera él que hay, pues? ¿200.000 le parecería una buena cifra? ¿Dejémoslo en 40.000, tal vez? ¿Hasta cuántas violaciones por parte de sus colegas le parecerían tolerables? No es Dios, ni la conciencia, ni el Vaticano, con quien deberían rendir cuentas. Es con la justicia, como todo el mundo que comete un delito. Ninguna sotana debería ser, en ninguna parte, ni una justificación ni un atenuante. Los abusos sexuales, y más a menores, nunca deberían prescribir. ¿Qué significa que si la víctima ya tiene 40 años ya no puede denunciarlo? Cambiemos la ley, ya.

3. El viernes, en Bruselas, el nuevo presidente de la Diputación General de Aragón, Jorge Azcón, azuzó el fuego lingüístico. “Lo que no hacemos es normalizar el catalán, porque en Aragón no se habla en catalán. En España hay bastantes cesiones ya, para que los aragoneses tengamos que ceder, de lo que es nuestro, haciendo que el catalán, que es la lengua de una comunidad autónoma vecina, nos la quieran imponer. En Aragón no se habla catalán”. Es un regreso a la enreda que hace fuerte, mentiroso y populista. Entre la amnistía y el agua del Ebro, ¿quién ha recibido? La lengua. El binomio PP-Vox, que ahora manda en Zaragoza, ha fulminado al departamento de Política Lingüística que permitía la enseñanza de las lenguas que se hablan en la comunidad, es decir, el castellano, el aragonés y el catalán del Aragón. Decían así y, tal vez, el nombre era el de menos, si el catalán se podía estudiar como lengua optativa. El nuevo gobierno de Aragón se lo ha cargado todo, coherente con sus políticas de ultraderecha. Ahora bien, negar la evidencia, de que en la Franja de Ponent hay más de 80.000 personas que saben hablar el catalán, es tan absurdo como indecente. Más allá de una barrabasada científica.

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