Fracaso. Hace más de una década un diplomático resumía la división de papeles en el conflicto palestino con un lacónico "Estados Unidos decide, el Banco Mundial lidera, la UE paga y la ONU alimenta a la población”. Un entramado diplomático fracasado en el que cada uno carga con su dosis de responsabilidad y connivencia en el entierro definitivo del proceso de Oslo. Los músicos de la orquesta, que ha acompañado la deriva represora y expansionista de Benjamin Netanyahu, el descrédito y la corrupción del liderazgo político palestino, y la bomba de relojería en la que se había convertido el estrangulamiento de Gaza, se muestran en shock hoy por la brutalidad del ataque de Hamás. Otra guerra se enciende más allá de las fronteras de una Unión Europea que, una vez más, no puede evitar el desconcierto y la cacofonía.
La condena de la UE a la violenta incursión de Hamás en Israel ha sido unánime, sin embargo, fuera de la ambigua inercia construida durante todos estos años, la tensión entre instituciones y capitales comunitarias se vuelve a hacer evidente.
División. La Unión Europea es el principal donante de ayuda a los territorios palestinos, por valor de 691 millones de euros. "Los responsables europeos intentan compensar la desvinculación política con la continuada ayuda humanitaria y al desarrollo a los palestinos, incluso si el volumen de esta asistencia ha disminuido de forma constante desde 2015", reconocía un informe del International Crisis Group publicado el pasado año. Sin embargo, ayer el comisario de Vecindad y Ampliación, Oliver Varhelyi, salió a anunciar que el ejecutivo comunitario proponía congelar y revisar todos los proyectos de cooperación previstos. Una medida en la línea de lo que ya habían decidido los gobiernos de Alemania y Austria, pero que provocó la reacción inmediata de otras capitales como Dublín o Luxemburgo, que advirtieron de que la Comisión no podía tomar una medida así unilateralmente.
En medio de la discordancia, el comisario responsable de la gestión de crisis y ayuda humanitaria aseguraba en un tuit que la protección a la población civil debía continuar y, por tanto, la ayuda humanitaria para los palestinos seguiría tanto tiempo como fuera necesario.
Todo acabó con una marcha atrás de la Comisión, que dio garantías de que la ayuda se mantendría como hasta ahora. Pero la tensión que se vivió en el corazón del ejecutivo comunitario volverá a manifestarse en la reunión extraordinaria de los ministros de Exteriores de los Veintisiete.
Necesidad. Con el barril de petróleo de nuevo al alza, y obligada a deshacerse de las dependencias energéticas de Rusia, la UE había reforzado los acuerdos con las monarquías petroleras del Golfo. Pero la declaración de guerra abierta y total en Israel impacta de lleno en la reconfiguración de poderes que estaba en marcha en la región.
La normalización de relaciones de Israel con los Emiratos Árabes, Bahréin o el acercamiento con Marruecos, y los movimientos diplomáticos con la Arabia Saudí de Mohamed bin Salman, que se estaban cocinando a fuego lento, suponían un giro radical hacia a un nuevo baile de alianzas en Oriente Próximo que no solo amenazaba con debilitar aún más a Irán, sino que parecía haber dejado la causa palestina como una cuenta pendiente, ajena a la nueva realidad que se dibujaba en la región.
Ahora todos estos cálculos de estrategia entran en un escenario imprevisible y desconocido por el riesgo de extender el conflicto más allá, y por el recordatorio más sangriento de que no puede haber seguridad en la región si se deja a los palestinos fuera de la ecuación.