Háblame de Palestina, háblame de Israel

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Familiares de palestinos fallecidos en los bombardeos israelíes en Gaza, este miércoles.

En la universidad estudié Hebreo I y Hebreo II. El hombre con el que vivía entonces, que no era religioso ni tenía la más remota idea de la historia de Oriente Medio, estuvo días dándome la lata porque no podía aprender la lengua de los judíos, de los traidores, decía. Una razón más para divorciarme. La mayor barrera de la asignatura fue aprender el alfabeto, pero una vez pasada esta frontera me di cuenta de que no era tan diferente del árabe: la estructura morfológica se parecía, había un vocabulario compartido, incluso todas las flexiones de los tiempos verbales y las declinaciones coincidían en muchos casos. Lo difícil era saltar la barrera casi infranqueable del abecedario.

En tiempos de guerra, y parece que la guerra entre Israel y los palestinos es una guerra de todos, lo que más cuesta es traspasar la barrera de la incomprensión mutua y hablar de situaciones concretas. Incluso llorar a las víctimas parece un acto sospechoso y no hay que decir ni media palabra sobre los asesinatos si no queremos que nos acusen de todas las traiciones o de estar de lado de los verdugos. Y eso que yo escribo desde Barcelona, sin tener vinculación alguna ni con Israel ni con los palestinos. ¿Cómo será vivir desde hace décadas en un conflicto tan sangriento, en la espiral infinita de violencia?

Este es uno de esos temas sobre los que para opinar hay que ir, como dicen a mi pueblo, como si pisaras huevos. Es casi imposible no acabar aplastando los caparazones de la sensibilidad de unos y otros, más aún cuando existe esa manía persistente y nefasta, esa obsesión, por tratar de colocar a todo el mundo en un bando o el contrario. Sin matices, sin peros, ni siquiera explicaciones que nos permitan pensar mejor todo ese dolor. Porque, por si no se acuerdan quienes muestran indignados banderas y símbolos, hablamos de dolor, sufrimiento, muertes, vejaciones y víctimas. Pero expresar la solidaridad con las víctimas del ataque de Hamás a Israel te convierte automáticamente en una sionista traicionera cómplice de la situación que viven los palestinos. Da igual si has escrito treinta mil artículos denunciando la política de apartheid que lleva a cabo Israel, una sola muestra de empatía hacia la madre alemana que aparece en un vídeo intentando averiguar si su hija está viva o muerta te sitúa automáticamente no solo con Israel sino también entre los peores de sus líderes, incluidos los ultraortodoxos de extrema derecha.

La pregunta que me hago viendo las noticias, que es la única vía de conocimiento que tengo de la situación de Oriente Medio aparte de las lecturas previas de escritores palestinos e israelíes, la pregunta es: ¿se puede estar en contra del trato que reciben los palestinos por parte del Estado de Israel y condenar la actuación de Hamás? ¿Puede describirse con todo tipo de detalles las penalidades de los árabes de la Franja de Gaza, de los territorios ocupados, la política de colonización israelí que no estaba en los planes de los primeros sionistas y que muchos intelectuales israelíes no se han cansado de denunciar, la asfixia inhumana de toda la población, y al mismo tiempo recordar que Hamás es una organización terrorista que quiere implementar un Estado Islámico y que su ideario es tan ultra y racista, tan antidemocrático, como la extrema derecha judía?

Quiero pensar que sí, que todavía podemos escribir y leer y matizar y pensar, pero claro, esto lo digo yo que no he perdido a un hijo ni me han destrozado el presente ni el futuro. Puedo entender que quienes han sido golpeados por la violencia no quieran saber nada de comprensión y resolución del conflicto. Lo que más cuesta entender es que aquí, en nuestro país, siempre debatimos sobre Israel y Palestina con más vehemencia y fanatismo que quienes allí han enterrado a sus propios hijos.

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