“Tenemos que hablar”

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“Tenemos que hablar”

Hay pocas frases en una relación que provoquen tanto sudor frío como “Tenemos que hablar”. Está claro que augura tormenta. Esto es lo que el president de la Generalitat le dijo el viernes al presidente español, que hay que hablar.

Después de dos semanas intentando que la crisis se evaporara, la Moncloa tendrá que tomar alguna decisión que escenifique la contrición justa y permita lo que Aragonès denomina “un punto de inflexión”.

Es evidente que Pedro Sánchez sabe navegar en las dificultades, que soporta los trances con estoicismo y que en su carrera política ha desarrollado piel de elefante, pero esta vez no podrá intentar resolver la crisis desde el quietismo y esperando a que pase. El pasado lunes, la Moncloa probó de reconvertir el Catalangate en el caso Pegasus denunciando que el presidente y al menos una ministra habían sido espiados y apuntando a la responsabilidad de servicios secretos extranjeros. La salida por elevación, para convertir un problema con los independentistas en un problema de seguridad global propio de los tiempos digitales, no ha funcionado. Ha servido para dejar en evidencia la brecha de seguridad del entorno del presidente Sánchez y los rifirrafes entre Presidencia, Defensa e Interior.

Espías por doquier

La crisis ha tenido otro capítulo confuso con la reunión de la comisión de secretos oficiales, en la que la responsable del CNI, Paz Esteban, reconoció 18 escuchas con orden judicial. El sainete, pues, apunta a 18 escuchas legales, con conocimiento del juez y que habría que ver con qué petición de investigación se justifican, y a unas cuantas más hasta llegar a la sesentena que denunció Citizen Lab y que quedan en el limbo.

Es decir, apunta a una red cruzada de actuaciones de servicios de información y de operaciones pirata. Por un lado, muy probablemente, la actuación de los servicios de seguridad marroquíes que habrían investigado la entrada a España con identidad falsa del líder del Polisario, Brahim Ghali, para tratarse de covid en 2021; una crisis que condenó la carrera de la exministra de Exteriores. Por el otro, habría escuchas con aval judicial y otras no autorizadas que iban dirigidas masivamente al entorno independentista; el mismo entorno político con el que se estaba negociando la investidura de Pedro Sánchez.

La gran pregunta es si el CNI iba por libre y elevaba una parte de los resultados obtenidos, pero no los métodos utilizados o si la ministra y el propio presidente del Gobierno conocían el espionaje a sus socios. La ministra tiene que dimitir en los dos casos: para justificar y facilitar la investigación política en un país democrático o por incapacidad manifiesta en el desarrollo de sus responsabilidades.

Parece que lo más plausible es que el CNI se haya extralimitado, y quizás también otros servicios policiales, incitado por el fracaso en la detección de la organización del referéndum del 1 de Octubre.

Anclado a la negociación

El president Aragonès es un hombre flemático, que ha llegado a la conclusión de que la mesa de negociación es el único método para tratar el pleito catalán. En una entrevista al ARA asegura que está “anclado” a la mesa de negociación, pero también que necesita tres condiciones para restablecer la confianza rota: transparencia (publicar las autorizaciones judiciales que justifican el espionaje), asunción de responsabilidades y garantías de futuro. La posición de ERC se ha visto reforzada por la reacción de Unidas Podemos, que ha puesto el grito en el cielo en la misma mesa del ejecutivo de coalición, incomodando a Pedro Sánchez.

El líder socialista es un hombre resistente, pero no un superhéroe. Hoy tiene que gestionar una crisis de gravedad y sabe que tiene que tomar decisiones si quiere agotar la legislatura y ser el presidente de turno de la Unión Europea antes de acabar el mandato. Si quiere sobrevivir, tendría que leer bien las señales que se produjeron en su visita al Cercle d'Economia. El aplaudímetro de los empresarios lo ganó el nuevo líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, menos ofensivo que su predecesor para los estándares del catalanismo de orden. La economía apunta a tormenta. Se crea ocupación y se recuperan los servicios, se crece, pero menos; y los precios se pueden desbocar. El cambio al que asistimos es global. Se mueven las placas tectónicas hacia un nuevo equilibrio geoestratégico que pedirá una reforma de la UE, la transición energética es tan urgente como inabarcable y quizás impagable para los ciudadanos. Además, la globalización y el mundo del trabajo están en transformación. El suelo se mueve bajo los pies de todos los responsables políticos con muchos desafíos compartidos propios de los tiempos. Pero a Pedro Sánchez hoy todavía se le mueve más por la extralimitación sectaria o la ineptitud de los suyos. Esta vez no hacer nada y esperar a que escampe no es una opción si quiere presidir Europa.

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