Cómo hacer lo que hay que hacer

Hace dos semanas publiqué un artículo en este diario con el título "Basta de discutir y más hacer". En esencia, decía que debemos movilizar las medidas que den respuesta a los problemas irresueltos de Catalunya. Lo más importante, el déficit fiscal, y, a remolque de éste, el resto: enseñanza e inmigración, sequía y medio ambiente, Cercanías, turismo y vivienda...

Cataluña necesita un gobierno con suficiente apoyo parlamentario para emprender las tres o cuatro reformas más importantes... y después las demás. Quien ha ganado las elecciones en Catalunya es el PSC, y no hay coaliciones alternativas sin ese partido. Son ellos quienes deben liderar la Generalitat, y no es una mala solución porque el gobierno central está controlado por el propio partido y muchos de estos problemas precisan un entendimiento entre la Generalitat y el gobierno central. Éste último necesita estabilidad en su extensa coalición para evitar que llegue al poder un gobierno compartido del PP y Vox. El problema no es que gobierne la derecha –puede tener igual acierto que la izquierda–; el problema es que esté condicionada, como es el caso, por un partido que practica un ideario más cerca del fascismo que del conservadurismo.

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El gobierno de la Generalitat y el gobierno central tienen una solución única: que ERC y Junts –ambos, no uno de ellos– apoyen al PSC para que gobierne en Catalunya con un programa de reformas concretas. Lo mismo debe hacerse en el gobierno central, en línea con lo que han ido haciendo ERC y Junts con el PSOE, pero yendo más allá.

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Este doble acuerdo debe explicitar de forma concreta y exacta lo que se hará. También hace falta el compromiso de todos –PSC, PSOE, ERC y Junts– de no cambiarlo durante una legislatura.

Es importante, aunque no fácil, que esta decisión sea compartida por ERC y Junts. Son dos partidos que miran de cola de ojo. La salida de Junts del gobierno de la Generalitat debilitó al Govern y no supuso ninguna ventaja política para ellos. El objetivo es que Junts y ERC, pese a que no gobiernen, se pongan de acuerdo en las reformas que hay que realizar y condicionen su apoyo parlamentario.

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Ahora hay elecciones en Europa y en ese clima electoral esta propuesta es impracticable, pero después del 9-J se puede tomar ese camino. Será largo. El resultado del PSOE en las elecciones europeas determinará su fuerza para negociar con ERC y Junts en la Generalitat, primero, y en el gobierno central, después. Mejor que las gane, tendrá más fuerza para negociar.

Esta política de consenso sería también posible con un acuerdo entre el PP y el PSOE, como proponen algunos politólogos. Esto tiene dos inconvenientes. El primero, que actualmente el PP está lejos de una solución moderada a causa del marcaje de Vox. El segundo, que si el problema actual de España es Cataluña, la participación de los partidos catalanes en la negociación es necesaria.

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Las cuestiones a pactar deben ser pocas y verificables a no más de seis meses. En primer lugar, en financiación, la ordinalidad, que tiene la ventaja de que es aplicable a todas las comunidades autónomas. En segundo lugar, el traspaso integral de Cercanías, con una comparativa explícita de inversión en la red en Barcelona, ​​Madrid, París... y una obligación firme de inversión para el período 2025-26-27. En tercer lugar, en turismo y vivienda, una contención de los visitantes, una limitación del alquiler turístico y un programa de construcción de vivienda pública de alquiler similar a los programas de Austria y Holanda.

El método para llegar es empezar por el gobierno catalán y por compromisos mínimos que con el paso de los días y el progreso de la negociación se conviertan en más firmes y explícitos. Es necesario que los negociadores de ambos lados tomen confianza mutua. Llegar a donde se pueda sin romper el acuerdo.

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Una vez pactado en Cataluña, debe pasarse al gobierno central para conseguir el apoyo que el acuerdo requiere en Cataluña.

Habrá lectores que me acusarán de “somiatruchas”. No les falta parte de razón, pero no hay que olvidar que el entorno en el que todo esto ocurrirá se caracteriza por la existencia de una presión "exterior" que favorece un acuerdo "interior". Es el síndrome de los que se encuentran dentro de un castillo aislados y asediados por fuerzas externas.

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Hoy ese esquema se da en Israel con la guerra contra Hamás en Gaza. Gran parte de la población judía está en contra de la continuación de una guerra que es difícilmente justificable y cuyos beneficios no son nada visibles, pero el sentimiento de pueblo asediado y la repulsa a traicionar el estado que da forma a éste pueblo hacen que, a pesar de evidencias explícitas, poca gente se subleva contra la guerra.

Si el PSC en Catalunya y el PSOE en Madrid son capaces de compartir proyectos con ERC y Junts, es posible que esta comunidad de intereses blinde a estos colectivos contra la oposición, y que un programa de gobierno indirectamente compartido sea posible y eficaz . Alcanzar acuerdos en el interior con un exterior hostil es más fácil que si el exterior es neutro.

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El beneficio que se saque protegerá la colaboración de estos partidos contra los ataques externos. Los partidos catalanes, ERC, Junts y el PSC, tienen una oportunidad única para mejorar Catalunya y también España.

En los últimos años, los catalanes han soñado, y hoy están decepcionados. Convirtámonos al pragmatismo. Ya dijo Keynes que, cuando una solución no funciona, debe cambiarse. Cualquier otra es peor que la que aquí proponemos.