Hoy hablamos de
Donald Trump antes de anunciar la entrada en vigor de los nuevos aranceles en países extranjeros.
06/04/2025
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Según el presidente Trump, EEUU subsidia el mundo por dos vías: a) Las monedas se mantienen artificialmente infravaloradas frente al dólar, lo que facilita la importación de bienes y servicios a EEUU y dificulta sus exportaciones, yb) EEUU tiene un gasto militar de más de 750.000 millones de dólares al año que protege a muchos estados.

Las dos estrategias del gobierno Trump son: para reducir las exportaciones a EE.UU., imponer aranceles –hemos visto cómo los concretaba esta semana–, y hacer pagar por la protección militar. Ésta es la tesis del Partido Republicano verbalizada por Stephen Miran y otros economistas conservadores.

El dólar es la moneda de referencia en el mundo y la base del comercio internacional y de las finanzas. Su convertibilidad y estabilidad hace que las reservas de muchos estados estén en dólares. Éste es el motivo de la sobrevaloración del dólar frente al resto de las monedas. Un dólar fuerte atrae la compra de deuda americana por la seguridad y la estabilidad de la inversión.

Los aranceles dificultan la exportación a EEUU porque la encarecen –es un impuesto sobre lo que viene de fuera–, por tanto, implican menos importaciones a EEUU. Pero los aranceles no tienen efecto sobre las exportaciones de EEUU, salvo cuando el resto de estados imponen también aranceles como medida compensatoria de los impuestos por EEUU –lo estamos viendo con la guerra comercial que ha desplegado Trump.

La política de la administración Trump es promover la producción local de bienes y servicios (en este sentido, el empleo en este ámbito en EE.UU. ha bajado desde el 35% del total en 1950 hasta el 8% en 2020). La globalización ha hecho perder puestos de trabajo en EE.UU. Enderezar esta situación ha sido uno de los reclamos de la campaña de los republicanos.

La participación americana en el PIB mundial ha pasado del 40% en 1960 al 27% en 2020. EEUU, excepto para productos de la alta tecnología y la digitalización (y etc.), hoy no es un país productor de bienes y servicios como lo eran hace 50 años. Es por ello que la administración Trump quiere un dólar menos sobrevalorado frente al resto de monedas que permita reducir las importaciones, producir más internamente, creando así empleo, y promover las exportaciones. Pero esto es contradictorio con el interés americano por mantener el dólar como moneda de referencia para el comercio internacional y las reservas de los estados.

En cuanto al tema de las reservas, existe una solución. Emitir deuda a 100 años, lo que retiraría la deuda del mercado si el inversor en el contrato de compra fuera penalizado económicamente si la quisiera rescatar antes del plazo fijado. Es una posibilidad que tiene EEUU y que puede forzar, a través de cuya protección militar y de seguridad el potencial inversor gozaría (o no, si vendiera la deuda).

Para reducir las importaciones en EE.UU. sin devaluar el dólar (por no perder valor del dólar como moneda de referencia para el comercio y la inversión), la solución son los aranceles, y eso es lo que la administración Trump ya ha puesto en marcha. Ahora EEUU tendrá que observar con cautela los efectos en la economía y el comercio de estas medidas.

La determinación de la cotización relativa de las principales divisas fue acordada por primera vez en Bretton Woods en 1944. En 1985, el acuerdo del Plaza entre EEUU, Francia, Reino Unido, Japón y Alemania acordó la devaluación del dólar, y en 1987, en el Acuerdo de Louvre, se miró esta. Fueron acuerdos globalmente positivos para la economía mundial por la estabilidad que supusieron.

La administración Trump plantea ahora un nuevo acuerdo que, en teoría, podría ser el acuerdo de Mar-a-Lago, con tres principios. a) Áreas del mundo protegidas en seguridad donde los estados se comprometen a comprar deuda americana; b) Áreas del mundo protegidas en capital, donde los Estados se comprometen a comprar deuda americana a 100 años, yc) Áreas del mundo fuera de a yb, que sufrirán los aranceles impuestos por EE.UU., destinados a ellos de manera explícita.

Si esto ocurriera con el convencimiento de la administración americana de que no se produciría ninguna distorsión macroeconómica que anulase estas medidas (básicamente inflación en EEUU y reducción del comercio en el mundo), implicaría un daño grave para la economía de la UE, que es de las tres –EEUU, China y la UE– la más abierta, y la más abierta, y. Sería, de hecho, el fin de una época basada en la socialdemocracia, la colaboración y la igualdad, que con altibajos se ha extendido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945.

Este mundo, más basado en los méritos personales, el individualismo, el mercado y la competencia, con un estado más pequeño y menos servicios sociales, es el que defiende ahora el Partido Republicano, y supondría volver a la desigualdad que sufrió el mundo antes de la guerra de 1914, pero con un mayor nivel de rentas (hoy tenemos más riqueza). Pasar un siglo para volver al origen... Es una pesadilla.

Si todo esto ocurriera, la presidencia de Trump, a pesar de su banalidad, tendría consecuencias y efectos globales de los que deberíamos curarnos como hicimos en los años 30. Si fuera posible, con menos sufrimiento que entonces.

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