La banca, desde hace unos años, se ha convertido en el burro de los golpes. La mayoría de fuerzas políticas saben que atacando a la banca, con argumentos generalmente populistas, están captando votos. De la misma forma que a mucha gente no le gusta pagar impuestos, a muchos ciudadanos no les gusta tener que pagar una hipoteca. Pero lo cierto es que hay un gran número de personas que prefieren comprar una vivienda que alquilarla; por tanto, necesitan la financiación que los bancos les ofrecen. En caso de que en España hubiera una gran banca pública, los compradores de pisos deberían pagar igualmente hipotecas: los bancos públicos también quieren que se les devuelvan los créditos y que se les paguen intereses por el dinero que han dejado a los clientes.
A pesar de que todos sabemos que los bancos (públicos o privados) hacen una función primordial en la economía de un país, financiando particulares y empresas y, por tanto, propiciando el desarrollo económico, hay gente que cree que no deberían ganar dinero. Esta reflexión me viene a la cabeza a consecuencia de la reforma fiscal que se votará mañana jueves en el Congreso de los Diputados. En cuanto a la banca, la propuesta a votar no es sólo prorrogar sine die el impuesto a estas entidades, sino endurecerlo, por lo que todavía será más perjudicial para los bancos. De nuevo la banca vuelve a ser el burro de los golpes. Recordemos que cuando se implantó este impuesto el argumento utilizado fue que, con la subida de los tipos de interés, los bancos obtendrían beneficios “extraordinarios”, y que sería un impuesto provisional. Sin embargo, el gobierno no tuvo en cuenta la larga travesía del desierto que los bancos sufrieron cuando los tipos de interés eran negativos. Ahora que los tipos de interés están bajando, ya una velocidad muy superior a la prevista inicialmente, no se les ocurre más que incrementar el impuesto. Es una medida totalmente populista, sin base racional alguna. Tal y como señalaba el profesor Maudos hace unos días, la rentabilidad de los recursos propios del sector de la hostelería en 2023 fue del 14% y la del sector de información y comunicaciones del 16,5%, mientras que la del sector bancario sólo del 12%. Con el nuevo impuesto la rentabilidad de la banca será aún menor. Por tanto, este incremento del impuesto a la banca discrimina a los inversores en este sector en comparación con otros, y discrimina a los bancos que operan principalmente en España (CaixaBank y Sabadell) en relación con los que tienen operativas muy internacionales, ya que a los primeros les resta un 11% de sus beneficios ya los segundos sólo un 3%. Todo esto va en contra de la capacidad de captación de capital en el mercado de acciones, y si los bancos no pueden acceder al mercado de capitales no podrán hacer frente a situaciones críticas de futuro. Es además una flagrante injusticia para los accionistas minoritarios de la banca, que son miles de pequeños inversores.
Estoy convencido de que dentro de la cámara de representantes tiene que haber grupos políticos y diputados que no se dejarán llevar por la demagogia fácil de ir contra la banca, que hace una función esencial para las familias y las empresas, y seguir espesando- más veces. Los más sensatos deberían votar en contra de incrementar aún más este impuesto que no se aguanta por ninguna parte y que sólo traerá perjuicios a la economía del país.