Leemos un artículo de Diana Silva, en el ARA, que explica que las bajas médicas entre los docentes se disparan. Mar Hurtado, maestra durante décadas, ahora presidenta de la Asociación de Maestros Rosa Sensat, le explica que no se puede atender a la realidad de las aulas como siempre se ha hecho. "Antes, una clase de 30 alumnos de instituto, más o menos, la llevabas bien. Ahora hay una diversidad tan bestia y se requiere una atención individualizada tan grande que una sola persona no es suficiente".
Ciertamente, para un solo maestro es imposible llevar una clase en la que una tercera parte de los niños son recién llegados, todos con realidades diferentes, y una tercera parte, necesita planes individuales. En un aula puede haber varios niños extranjeros que han llegado a medio curso. Y uno que repite, porque llegó a medio curso el año pasado, y que solo espera irse de allí. Puede haber algunos que no entiendan catalán o castellano y que se pasen la hora mirando el ordenador. Puede haber alguno que sólo hable inglés. Muchos pueden sentirse llenos de rabia, porque no querían en modo alguno pasar por eso que están pasando. Muchos pueden sentirse llenos de rabia, porque estos compañeros rabiosos enredan y estorban. Puede haber algunos con currículum adaptado, alguno que esté enfermo y falte mucho en clase, alguno que venga de una escuela “innovadora” y ahora se encuentre que le piden cosas muy diferentes... Ni el Dios Ganeix, con los sus cuatro brazos multitareas y su famosa barriga absorbedora de energías negativas para devolverlas positivas podría adaptar tantos planes individuales. Las soluciones a esa complejidad son urgentes y sólo van en una dirección: falta personal. El resto de recetas serán paternalistas y pelleringoses (si vienen de las izquierdas) o drásticas y cuñadas (si vienen de las derechas). A mí no me extraña que haya maestros que necesiten una baja. Lo que me extraña es que no haya alumnos que también.