Este miércoles ha comenzado la cuenta atrás para la investidura y no hay nada claro. Si no hay un giro de guion insólito que lo cambie todo a última hora, sea porque el PSC decide abstenerse para facilitar la investidura de Carles Puigdemont o porque el bloque de la derecha española de PP y Vox hace presidente a Salvador Illa, la única opción que tiene el candidato socialista de ser investido es convencer a Esquerra Republicana de que lo apoye. Pero los republicanos ya han dejado claro, por activa y por pasiva, que si hay alguna opción de que esto ocurra será porque antes se habrá logrado un pacto en materia fiscal que justifique ese apoyo. En este contexto, el PSC debe superar algunos obstáculos complejos si no queremos volver a las urnas el 13 de octubre.
1. La exigencia de ERC. Ya hace meses que el president Pere Aragonès volvió a poner el tema de la financiación en la agenda política y planteó la necesidad de una financiación singular para Catalunya. Incluso los socialistas admiten ahora, por exigencias del guion, que es injustificable que los ciudadanos de Catalunya seamos los terceros que más recursos aportamos al Estado y seamos los decimocuartos a la hora de recibir. Esto, año tras año y década tras década, perpetúa un mal trato fiscal que debe acabar. Esquerra se ha marcado este objetivo y la coyuntura política, tanto en el Parlament como en el Congreso, abre una oportunidad que debería aprovecharse.
2. La dependencia del PSOE. Quien tiene el dinero y la llave de la caja es el gobierno del Estado. Nada de lo que pueda prometer el PSC podrá cumplirse sin que la Moncloa se haya comprometido a ello antes. Por tanto, el balón de la investidura de Salvador Illa está en el tejado de Pedro Sánchez, que tendrá que hacer malabarismos con la mayoría de autonomías, gobernadas por el PP, que querrán vetar cualquier acuerdo que implique dar un euro más a Catalunya.
3. El abismo de las elecciones. Nadie puede saber a ciencia cierta qué dinámica electoral habrá dentro de casi cuatro meses si finalmente volvemos a votar. Pero es muy posible que, incluso ganando algún diputado, el PSC no tenga suficientes apoyos si Esquerra o Comuns no mantienen o mejoran sus resultados. La aritmética hoy va ya de un diputado, por lo que no parece que los socialistas tengan incentivos para tentar la suerte y situarse en un escenario peor. Es lo contrario de lo que le interesa a Junts, que si se vuelven a tirar los dados electorales puede beneficiarse de una correlación de fuerzas que hoy no existe.
4. La consulta a la militancia de ERC. La dirección de Esquerra ya dejó claro desde el principio que los acuerdos a los que pueda llegar con las diversas fuerzas políticas para apoyar la investidura serán sometidos a los ocho mil militantes del partido, a través de una consulta telemática. No hace falta ser demasiado perspicaz para saber que si el pacto al que se llegue no es de grosor y no supone una mejora clara en el ámbito de la financiación, los republicanos no le darán luz verde. Con la consulta, está claro que ERC gana fuerza negociadora y el PSC errará de lleno si no tiene en cuenta este elemento y no trabaja para una propuesta ambiciosa y defendible.
5. La desconfianza por los incumplimientos. Todos los partidos catalanes han salido escaldados con los pactos con el PSOE. A la hora de cumplir los acuerdos, la maquinaria del Estado tiene mil y un resortes para echar agua al vino. La lista de incumplimientos es larga. Sin ir más lejos, Junts apoyó la investidura de Pedro Sánchez con la promesa de la oficialidad del catalán en Europa, dejando claro que se cobraba por adelantado. Pero este hito sigue pendiente y sin fecha. También Esquerra ha probado esta medicina, por lo que ahora se ha conjurado para evitar que la historia se repita con la financiación.
Sería de una gran ingenuidad creer en la promesa de un nuevo modelo de financiación feliz que devuelva más dinero a Catalunya sin quitárselo a otras comunidades. Esto no ocurrirá. Quizás se puede fijar el principio de ordinalidad (que la comunidad que más aporte sea también la que más reciba al final, que la segunda que más aporte sea la segunda que más reciba y así sucesivamente) y se puede desplegar el consorcio tributario del que habla el Estatut, pero eso, si se cumpliera, no daría frutos hasta dentro de unos años.
Como paso previo a todo esto, en la línea de lo que ya pactaron Esquerra y el PSOE para investir a Sánchez, condonando 15.000 millones de euros de deuda de la Generalitat con el Estado, ahora se podría ampliar el acuerdo hasta secar los 45.000 millones aún pendientes. Sería una medida de gran impacto para las arcas de la Generalitat, ya que equivale al presupuesto de un año entero, y daría mayor margen para financiar los necesitados servicios públicos catalanes. Cumplir eso sí está en manos del gobierno del PSOE y puede hacerlo sin perjudicar a nadie. Pagar al contado sería la mejor forma de llegar a acuerdos.