El discurso de este viernes del president Illa, titulado "Catalunya lidera un modelo de prosperidad compartida", era una forma de decir, en realidad, "Una Catalunya rica dentro de España es posible". Tras el fracaso de los partidos independentistas, el actual president de la Generalitat, coherente con su dócil alineamiento con el PSOE, insiste en la buena nueva de una Catalunya próspera sin necesitar afectar demasiado al statu quo, como si la pérdida de posiciones en la clasificación de las últimas temporadas fuera únicamente debida a la estrategia equivocada del anterior entrenador.
Por ambicioso que sea, que lo es, el plan anunciado no tiene en cuenta variables estructurales, como que el servicio de Cercanías que comparten los catalanes lleva décadas siendo deficiente, o que el Corredor Mediterráneo todavía está en construcción, o que mientras los presupuestos del Estado se ejecutan en Madrid en un 147%, los de Catalunya se quedan en el 42%, según los últimos datos disponibles. Si algo permite asegurar el déficit fiscal es que una de las prosperidades más compartidas por los españoles es la catalana, precisamente.
Mientras tanto, aquí tenemos jóvenes sin poder emanciparse, natalidad desplomada, vida muy cara, clase media empobrecida, clase trabajadora en riesgo de exclusión… ¿Pueden los catalanes compartir la riqueza que ellos mismos generan? Esto no será posible sin, al menos, una financiación propia, que, por cierto, el gobierno de Illa está negociando a consecuencia de los pactos con Esquerra, porque en su programa electoral solo hablaba de una genérica "mejora", y no de un cambio de arriba abajo, que es lo que Catalunya necesita.
