Trinidad Gilbert entrevista al cocinero Jordi Cruz en su restaurante de Barcelona, Àbac, después de la reunión con el personal. "Te he oído decir al equipo que el mes de enero es difícil en cuanto a reservas", le dice. Y él contesta: “Quien diga lo contrario en Barcelona, quien asegure que tiene las reservas llenas para los servicios de mediodía y de noche, no dice la verdad. Barcelona está cascada, cuesta mucho que la gente vaya a los restaurantes”. Cuando la periodista le pide la posible causa, él dice que no hay una sola: “Podríamos pensar en la inflación, el Govern, el Procés, nuestro carácter. La suma de todo ello hace que los restaurantes no llenemos. En Madrid los restaurantes están siempre llenos. En el País Vasco existe una cultura muy arraigada de restaurantes. En nuestro país no es así”.
La inflación de acuerdo, puede tener la culpa de que no llenemos, pero ¿el Govern, el Procés y nuestro carácter también? ¿Y solo en enero? ¿Van más a los restaurantes que nosotros los madrileños y los vascos? Y si lo hacen, ¿es porque no tienen inflación (supongo que no tanta) y, sobre todo, porque tienen otro carácter, otro gobierno y porque ellos no han vivido el Procés (al menos no como nosotros)? Si miramos cuántas estrellas Michelín tenemos en Catalunya, si miramos las listas, como la de los 50 Top Best, tenemos un país con unos cocineros y cocineras extraordinarios. Seremos, por cierto, región gastronómica en el 2024. Quizás es que en Catalunya tenemos, por suerte, tantos restaurantes y tan buenos que necesitamos más tiempo para llenarlos todos.
De todas formas, me aventuro a decir una posible causa. Los ingleses tienen un término, dry january, que significa “enero seco”. Hay mucha gente que hace un enero seco, para compensar las bacanales de diciembre. Quizás una explicación de los hipotéticos restaurantes vacíos es esta: tenemos el hígado lleno y el bolsillo vacío. Algo que no quita, claro, que tengamos peor carácter que los madrileños y vascos, dónde vas a parar.
