Jueces sin crítica

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Felipe VI durante el acto de entrega de despachos a los nuevos jueces.

En el acto de entrega de despachos a los nuevos jueces que han completado su formación en la Escuela Judicial de Barcelona, ​​el rey de España cumplió lo que ya viene a ser una rutina, o una tradición, en su reinado : a saber, salir en defensa de poderes e instituciones del Estado que se encuentran en falso o en evidencia, empezando por la propia Corona y terminando, en este caso, por el poder judicial, sin olvidarse de los cuerpos y fuerzas de seguridad .

En el país del espionaje con Pegasus, de la operación Cataluña, de la policía patriótica, de los informes policiales falsos, de las pruebas judicial inventadas y del órgano de gobierno de la magistratura con un mandato caducado de fa cinco años, debe tenerse humor para salir a presumir de la separación de poderes y de la imprescindible independencia del poder judicial. Hasta tal punto quiso hacer énfasis el monarca, que llegó a afirmar que "sin justicia, y sobre todo sin una justicia independiente, no existiría el verdadero concepto de una comunidad política democrática". Lo dice Felipe VI, rey de España y jefe del estado por el hecho de ser hijo del anterior jefe del estado, el también rey Juan Carlos, que actualmente vive acogido por una dictadura, a donde llegó huyendo de la justicia de su país por haber defraudado a Hacienda.

En la ceremonia de graduación (digamos así) de los nuevos jueces tomó también la palabra el ya recurrente Vicente Guilarte, presidente provisional de los caducados. Al igual que solía hacer su predecesor Carlos Lesmes, otro patriota de altos vuelos, se quejó amargamente de la situación en la que se encuentra el Consejo General del Poder Judicial, pero, en las antípodas de insinuar la más leve autocrítica, en vano culpar a “los partidos políticos”, que serían los culpables de todos los males. Sin embargo, es sabido que el bloqueo en la renovación del CGPJ no es cosa de “los partidos”, considerados en general y en abstracto, sino de un partido bien concreto y conocido, con el que tradicionalmente ha estado vinculado el más granate de la magistratura española, descendientes —por otra parte— de los linajes que han acaparado el poder en Madrid durante una cantidad indeterminada de generaciones.

Guilarte, autor del grito de guerra “déjennos en paz”, y defensor de la idea (promovida por los miembros conservadores, y caducadísimos, del CGPJ) de que las críticas a los jueces “minan la confianza de la ciudadanía en el sistema judicial”, avisó en esta ocasión que la acción de la justicia “ nunca se podrá ver revisada en instancias ajenas a las jurisdiccionales”. Es decir, que la acción de los jueces sólo podrán ser sometida al reproche, si corresponde, a otros jueces, y nunca al escrutinio de las comisiones parlamentarias de investigación, como reporta Martina Alcobendas en su artículo en este diario. No puede haber control alguno sobre los jueces y lo que investigan, cómo lo investigan y la finalidad con que lo investigan. Pero la independencia del poder judicial consiste en impartir justicia ciega, no en meter la cabeza en un agujero como los avestruces y esperar a que la ciudadanía se ponga una venda en los ojos.

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