La líder de los comunes, Jéssica Albiach, sentada en su escaño mientras el presidente Aragonès y la consellera Mas entraban este miércoles en el hemiciclo
15/03/2024
3 min

Ya lo petaron en el Ayuntamiento de Barcelona, ​​sumando sus votos al PP para hacer a Collboni alcalde e impedir así el acuerdo de Trias con Maragall. Lo hicieron con la nariz tapada, pero ahora los campeones del tripartito no han tenido suficientes dedos para obturar las narinas por el Hard Rock y permitir la aprobación de unos presupuestos tripartitos. ¿Han calculado las consecuencias? Se entiende que ya les parece bien abrir el camino a una victoria del PSC (sí, el defensor del Hard Rock y el que no quiere en cabeza y casal) o incluso de Junts (sí, los convergentes de Trias). No acaba de verse qué cálculos han hecho.

Con su negativa, los de Albiach-Colau también han dado un fabuloso empujón a la operación deacoso y derribo del gobierno del Estado, el segundo "más progresista de la historia", ¿no? Sánchez, siempre rápido y pragmático, ya ha anunciado que renuncia a aprobar sus presupuestos. La estabilidad del ejecutivo de coalición con apoyos transversales queda en el aire a la espera de lo que ocurra el 12 de mayo en Catalunya. Volvemos a entrar en turbulencias. En plena sequía, Catalunya (y España) se queda sin la lluvia millonaria de unas cuentas expansivas, las últimas posibles antes de que Europa cierre el grifo de la flexibilización fiscal pospandemia. Los próximos ya tendrán que ser de contención. Es fácil de entender el cabreo de las entidades sociales, el mundo cultural, los sectores educativo y sanitario o los afectados por la sequía (pagesia, turismo e industria) por la decisión de los comunes de frustrar unos números que daban un salto cuantitativo notable . De una manchada se han cargado dos presupuestos sociales. Unos genios. Cuesta creer que sus votantes tradicionales no estén decepcionados: están en la lista de los más afectados por las promesas frustradas.

Y, más allá de la grave afectación en el día a día, tampoco parece que los comunes, empeñados en el regate corto, sean conscientes de la ola de involución global que nos viene encima. Mientras la ultraderecha se está preparando para asaltarlo todo, en Catalunya los supuestos guardianes de las esencias de la izquierda se cargan un gobierno y cuentas progresistas y ponen contra las cuerdas en España un gobierno donde están sus compañeros directos. Yolanda Díaz ha quedado descolocada. Si no previeron ese escenario desastroso, mal. Y si lo previeron, peor.

Pero ni siquiera se les puede criticar por politiquería, porque los cálculos partidistas, si los ha habido, están realmente mal hechos. Un disparo en el pie. Nada de lo que han decidido les suma. ¿Por qué no se han presentado como impulsores de las ganancias sociales del presupuesto sin dejar de expresar el rechazo en el Hard Rock? ¿Ha sido todo por voluntad de recuperar protagonismo después de quedar fuera del gobierno de Barcelona? Sin duda han tenido protagonismo, pero efímero y en negativo, como con la operación Collboni. Debilitar así a los compañeros de viaje, sabiendo cuál es la alternativa, no tiene ni pies ni cabeza: se han equivocado de enemigo. Han caído en el purismo ideológico del todo o nada que tanto han criticado en el independentismo. Y el resultado, por supuesto, es nada. Ya no pueden influir en el gobierno de Barcelona ni en el de Cataluña ni quizás pronto en el de España.

Habrá que ver cómo los comunes sobreviven al ciclo electoral que ahora comienza. ¿De qué sirve votar una formación bisagra de la izquierda que no sabe sumar con las izquierdas? En Catalunya, el PSC de Illa será el voto útil de la izquierda no independentista (también continuará aspirando a aglutinar a la gente de orden). Y en España, para frenar la suma PP-Vox, el PSOE fácilmente se comerá a sus socios de Sumar, que han visto cómo la formación hermana catalana les hacía un flaco favor.

Para acabar de entender cómo les ha salido el disparo por la culata, basta con que miren quiénes son los más eufóricos por el vuelco que ha dado la política catalana. En el ámbito estatal, PP-Vox se frotan las manos con un Sánchez al que de momento se le acaba la mayoría plural. Y, en el ámbito catalán, Junts no disimula la alegría por volver a jugar la carta Puigdemont, mientras Isla (a quien Puigdemont y Aragonès han escogido como rival a batir) aspira también a todo. Éste es el resultado estratégico al que ha llevado la jugada maestra de los comunes.

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