"Junts" y sin alternativa

3 min
Juntos y sin alternativa

Hay una notable coincidencia en dar por muerto al actual gobierno de la Generalitat, después del deprimente episodio de los últimos días. Pero para que un gobierno muera tiene que haber uno alternativo, y me da la impresión que no es el caso.

ERC no se puede deshacer de Junts, porque no tiene los escaños necesarios para sostenerse en solitario. Ponerse en manos de la CUP como socio principal, en la actual coyuntura, es todavía más arriesgado que gobernar con el puigdemontismo. Y el apoyo del PSC y los comuns implicaría desactivar la mesa de diálogo, tragarse la represión cotidiana del Estado y, sobre todo, entregar a cambio un apoyo acrítico al gobierno de Pedro Sánchez. Ahora mismo, la única herramienta verdadera que tienen los republicanos para hacer política son sus diputados en Madrid, y dudo mucho que quieran sacrificar esta carta. Para Pere Aragonès es un mal menor continuar conectado a Junts, un partido que no lleva muy bien las contradicciones entre la vocación de gobierno y el histrionismo.

En cuanto a Junts, su abanico de posibilidades es más escaso. Solo puede gobernar con ERC, y, por lo tanto, si decide romper la coalición de gobierno tendría que pasar a la oposición. Pero esta opción tiene pocas ventajas. El discurso del partido no cambiaría mucho. Laura Borràs actuaría igual que lo hace ahora, pero sin ningún eco. Los hombres de gestión como Jaume Giró o Josep Maria Argimon seguramente lo dejarían correr. Se perderían un buen número de altos cargos y se abandonaría la centralidad y la influencia. Todo esto, a la espera de una dudosa recompensa electoral dentro de dos o cuatro años. Me atrevo a decir que Junts no cometerá este error.

Mi pronóstico, pues, es que las dos grandes fuerzas independentistas continuarán gobernando mano a mano, aunque lo único que los une es un objetivo de fondo que no está en la agenda de esta legislatura, cosa que unos y otros saben perfectamente. Pero esto no tendría que ser obstáculo para que se pusieran de acuerdo en la gestión cotidiana, el programa de gobierno e incluso el seguimiento del diálogo con el gobierno español. Los acuerdos siempre son posibles si hay verdadera voluntad de entendimiento, pero para eso hace falta que los dos socios lleguen a la conclusión de que el acuerdo les sale mejor que la disputa. Es evidente que ERC está en esta tesitura, porque tiene la presidencia y es quien tiene más por ganar si la legislatura es un éxito.

En el caso de Junts, la pulsión de ver fracasar a Aragonès es comprensible, pero sus líderes tienen que hilar muy fino. No quieren reforzar a su socio y rival, pero si envían la legislatura a hacer puñetas es muy posible que la riada se los lleve incluso a ellos. Que tomen como ejemplo la pésima gestión que han hecho de la mesa de diálogo: Junts podría haber dejado que Pedro Sánchez fuera el aguafiestas, y complicarle las cosas a ERC con una posición exigente dentro de la misma mesa; en cambio, un exceso de celo obstruccionista ha hecho que al final los delegados de Junts queden al margen. De la mesa y de la foto.

Esta precipitación hace pensar que Junts ha optado por la tensión continuada, porque no tiene suficiente confianza en que dentro de dos años el castillo de cartas del diálogo salte por los aires y arrastre a ERC, como predicen algunos de sus oráculos. Pero Pere Aragonès no parece el tipo de persona que se deja derrotar en una guerra de nervios. La legislatura será un éxito o un fracaso, pero no se acabará de un día para el otro. Y si es así, lo mejor para Junts es que se vuelvan a reivindicar como interlocutores del gobierno español, y busquen una forma diferente de marcar su espacio.

stats