Con la toma de posesión de Salvador Illa como nuevo president de la Generalitat con el apoyo duramente negociado con ERC y, mucho más fácilmente, con los Comuns, comienza una nueva etapa en la historia reciente de Catalunya. El Procés, vinculado a mayorías independentistas en el Parlament, acaba. No sabemos lo que vendrá. Parece claro que el PSC quiere hacer todo lo posible para proveer un buen servicio a la ciudadanía que le permita diferenciarse de las ambiciones de ERC y de Junts y hacer olvidar las aspiraciones independentistas de una parte de los actuales electores. Con unos pocos gestos ha demostrado ya querer seguir el curso de las presidencias de Maragall y Montilla y aspira a ganar electorado y apoyos en todas las direcciones de los ejes nacional y social, que no es poca ambición. El acuerdo con ERC lo ata mucho, pero también dispone de elementos de presión y de contrapartida, en el Ayuntamiento de Barcelona, en el Congreso de los Diputados y en el Gobierno del Estado. Habrá que ver la dinámica del gobierno de Pedro Sánchez, que tiene fundamentos suficientemente precarios como para necesitar los votos de ERC (y los de Junts).
Desde el punto de vista económico, al que hoy me referiré, podemos distinguir cuatro áreas de acción preferente: 1) La negociación con el Estado de una mejor financiación singular, idealmente en forma de concierto económico, que es el resultado principal del pacto de legislatura con ERC. 2) La acción presupuestaria, siempre esencial para las políticas de gasto socialistas pero ahora obstaculizada por la dificultad del calendario de aprobación de un presupuesto, que irá seguida por las presiones europeas para reducir el nivel de endeudamiento y déficit. 3) El despliegue de acciones extraordinarias de gran impacto: tratamiento del agua para evitar crisis hídricas (desalinizadoras/potabilizadoras), aeropuerto, cuarto cinturón, Cercanías, corredor mediterráneo, etc. 4) La acción reguladora, de fuerte impacto económico, como la mejora del servicio público, la reducción de los tiempos de tramitación administrativa, el apoyo al emprendimiento, la promoción de vivienda accesible, etc.
Éxitos clamorosos en una de estas áreas de acción podrán hacer olvidar fracasos en otros, pero fracasos clamorosos en alguna de ellas pueden hacer olvidar los logros alcanzados en las demás. Aquí influirá mucho que cada área de acción chocará con partidos que tienen visiones y opiniones muy intensas. ERC no perdonará fracasos en el primer eje –financiación singular–, y menos con la presión vigilante de Junts y de todo el electorado independentista, potencialmente movilizable electoralmente si hay objetivos claros. Pero algún claro éxito de mejora de control de los ingresos y de incremento de los recursos disponibles valdría, políticamente hablando, su peso en oro. En el segundo eje –presupuestos, un ámbito sustancial, pero políticamente menos ambicioso–, los fracasos chocarían con las mismas promesas y expectativas levantadas por el PSC a sus propios votantes, que podrían tener que esperar demasiado para disponer de más servicios, de mejoras salariales o de más subvenciones. El tercer eje –crecimiento– chocará con las visiones enfrentadas a su izquierda y a su derecha, donde el propio PSC ha mostrado una visión pro crecimiento económico aunque estuviera al precio de la sostenibilidad medioambiental. Por supuesto que el fuerte componente ideológico (de modelo de país) de algunos de estos proyectos permite seleccionarlos para romper pactos –como ya se vio con el fracaso del último proyecto de presupuestos– o construirlos. El cuarto –regulación– es siempre fácil de criticar porque la crítica está bien fundamentada y ampliamente compartida, pero las resistencias al cambio y a la flexibilización son feroces en el ámbito funcionarial y sindical, que pesan y mucho en las decisiones políticas. Las peticiones ciudadanas de mejor atención suelen frustrarse y las empresariales de algunos sectores pueden ser contradictorias con las exigencias de otros sectores o de otros grupos de interés. Basta con recordar el avispero de las políticas de vivienda, donde se cruzan y enfrentan todas las voluntades y expectativas con un menú variadísimo de opciones. Los temas de sostenibilidad medioambiental, de uso de la lengua, de seguridad ciudadana o de atención a la inmigración son todos perfectamente explosivos por acción o por inacción.
En resumen: grandes esperanzas, ampliadas por el cambio de protagonistas, pero grandes peligros derivados de un apoyo parlamentario muy frágil y de una extrema vigilancia por parte del resto de poderes y territorios del Estado. Hay que desear acierto y suerte a los que empiezan, pero no es necesario recordarles que muchas cartas ya están marcadas y que cualquier éxito será muy difícil de conseguir. Y aunque trabajen bien, la imagen lo será casi todo.