Cuando aún es protagonista por ser fuente de inspiración de Ursula von der Leyen para solucionar el tema de la inmigración, Giorgia Meloni vuelve a sumar otra victoria, en este caso en su país, después de que el Parlamento italiano haya aprobado una ley que tipifica la gestación subrogada como "delito universal". Los niños inmigrantes sirven para una cosa y los niños comprados para otra. Lo que parece una contradicción brutal de los derechos humanos depende siempre de la utilización ideológica que se haga de los humanos.
La gestación subrogada ya está prohibida en Italia pero la nueva ley permitirá perseguir a quienes recurran a este método fuera del país, con penas que pueden llegar a ser de cárcel. Está comprobado que, estadísticamente, quienes más optan por este sistema de compra de niños son las parejas heterosexuales, pero el colectivo homosexual italiano lo ha recibido como un nuevo ataque directo contra sus derechos, lo que no deja de ser cierto. El gobierno de Meloni hace tiempo que ha prohibido registrar a los hijos nacidos por reproducción asistida de las parejas de mujeres y, como buen gobierno de extrema derecha, defiende a ultranza la llamada familia tradicional, que, como ha demostrado la historia, es la fuente de todas las bondades y, como la historia también ha demostrado, defenderla a ultranza ha hecho un mundo mucho mejor. En fin, el odio no tiene argumentos y yo solo tengo ironía. Pero pongamos el dedo en la llaga. ¿Tienen derecho las personas, heterosexuales u homosexuales, a comprar una criatura gestada por una persona ajena que se presta a ello por dinero? Casualmente también está comprobada, y aquí no existe ironía, la necesidad económica de las mujeres que ponen su cuerpo y su bebé a disposición de otras personas con más recursos y menos fertilidad. Como también está comprobada, antes de que salten los de ese argumento, la mínima incidencia de la gestación altruista. Para muchos más datos contrastados que no me caben aquí, recomiendo la lectura de El negoci dels nadons de Elena Crespi (ed. Raig Verd). Y volvamos a la pregunta: ¿tienen derecho las personas a comprar niños?
En esta sociedad de compraventa nos hemos olvidado, o queremos olvidar, de que ser padre o madre no es ningún derecho. En este camino hacia la maternidad y paternidad hemos abandonado los derechos de los niños y los de las mujeres, y hemos puesto por encima nuestras propias necesidades, ya sean heterosexuales u homosexuales. Pero hay otras formas de ser padres o madres. Se pueden adoptar niños, y si las leyes son más restrictivas en el caso de la homosexualidad, es necesario activar la lucha para que dejen de serlo, en vez de fomentar las vías alternativas que fustigan los derechos de las mujeres y los de las criaturas. También existe la acogida, que sin ser una maternidad es una necesidad infantil urgente. Pero la realidad es que el deseo va más allá de acompañar a una criatura. El niño tiene que ser "nuestro" y lo queremos recién nacido. Y si pagamos para que una mujer nos lave la casa, ¿por qué no podemos pagar para que nos haga una criatura?
Es evidente que las razones que tiene la extrema derecha para hacer leyes restrictivas de la gestación no tienen que ver ni con los derechos de las mujeres ni con los de los niños, sino con su retrógrada visión de la sociedad. Es evidente que todo lo que pueda hacer la extrema derecha para atacar a la homosexualidad será hecho y ya se está haciendo. Como también es evidente que aplaudir una ley que prohíba esta práctica de cuento de la criada no me hace ser de extrema derecha y, menos aún, tener a Meloni de referente. Como también es evidente que ser madre o padre no va de ti ni de tus deseos. Va de las criaturas que nacen y de los valores que les estás dando después de comprarlas.