Tras perder unas elecciones generales que daba por ganadas (el PP obtuvo mejores resultados que el PSOE, pero no logró formar una mayoría parlamentaria para formar gobierno: fueron los días de “no soy presidente porque no quiero”), Feijóo se decidió, o le hicieron decidir, por la línea dura y por una estrategia de sitio contra Pedro Sánchez y su gobierno, aprovechando la fragilidad y las contradicciones evidentes de la mayoría que los sostiene. Feijóo puso de portavoz un perro de buey como Miguel Tellado, reforzó el papel de los barones en la cúpula del partido y, en general, abrazó el camino de la confrontación ideológica contra la agenda progresista del gobierno, que en el lenguaje del PP fue bautizada como sanchismo. Era una versión algo suavizada (con la inclusión de elementos supuestamente moderados como Borja Sémper) de la guerra permanente contra Sánchez que Isabel Díaz Ayuso tiene permanentemente abierta desde la presidencia de la Comunidad de Madrid. Un hecho insólito, que desde una comunidad del régimen común (aunque en realidad Madrid está siempre fuera de cualquier régimen común, por la capitalidad del estado y por las dinámicas propias de un estado centralista) se dé tanta bel ·ligerancia en el gobierno del estado.
Sea como fuere, un año después de esa renovación de la cúpula del PP, la cosa no acaba de funcionar para Feijóo. La ley de amnistía se aprobó, y el hecho de que su aplicación esté embarrancada no se debe a la acción política del PP, sino al juego sucio de una justicia parcial. El mismo tipo de justicia que ha abierto una investigación contra la mujer de Sánchez, Begoña Gómez, que en algún momento pareció permitirles hervir la olla de los hechos alternativos, pero que ya ha llegado a un punto autoparódico en el que el juez Peinado pide el certificado de boda en la investigada. El intento de girar la catástrofe de las inundaciones en la Comunidad Valenciana contra Sánchez acabó con un ridículo bastante clamoroso del PP español ante la Comisión Europea, donde intentaron una contraproducente maniobra de obstrucción del nombramiento de Teresa Ribera como comisaria europea. Para rematarlo, el PP acaba la semana con la noticia de que el PSOE logra convencer finalmente a los socios para aprobar un paquete fiscal armado sobre equilibrios de funambulista, y del que dependía en buena parte la viabilidad de la legislatura. Mazón, mientras, sigue fuera de control con sus mentiras de niño de primaria, sus militares y sus concesiones a dedo de obras públicas a empresarios afines.
Una de las preguntas que se han reiterado en los últimos días, ante la crisis política generada por la DANA valenciana, ha sido donde para Ayuso. En efecto, la presidenta de la Comunidad de Madrid se ha mantenido inesperadamente callada frente al desastre. Seguramente evalúa dos fenómenos: el cinismo de Mazón, que fácilmente puede rivalizar con el de la propia Ayuso, y el liderazgo errático de Feijóo. Economía de recursos: tal vez, Ayuso no necesite ni siquiera hacer lo que ya hizo con Casado.