Maniobras de los partidos

Tradicionalmente, la competición era entre Junts y ERC, que se disputaban la hegemonía del espacio político independentista y etcétera. Esta disputa no es que se haya terminado (la rivalidad, a menudo degenerada en odio, se mantiene, y el odio no es tan solo mutuo entre los partidos, sino que arraiga y se ramifica dentro de las propias organizaciones), pero sí que ha quedado amortiguada, una vez los dos partidos han dejado de sumar mayoría absoluta en el Parlament. Tras sufrir un bajón fuerte en votos y en escaños, ERC parece haberse estacionado, y ha buscado una pacificación interna que se ha traducido en el amplio aval obtenido por Oriol Junqueras en el último congreso nacional de la formación, que para los críticos es una huida hacia adelante en falso.

Por su parte, Junts tiene últimamente otras preocupaciones. La llegada de Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat ha traído a un PSC que, desde el Govern, disputa a Junts el espacio del catalanismo bienpensante y de la gente de orden. Y por otro lado, el resentimiento generado después del Procés, la presión demográfica producida por la suma de la inmigración y el turismo de masas, y la ola ultraconservadora que se extiende por Occidente han hecho que una opción de extrema derecha independentista pueda aspirar a calar de verdad en el interior del electorado de Junts: hasta ocho escaños en unas hipotéticas elecciones al Parlament que se celebraran ahora, según el último Barómetro del CEO.

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Ante esta situación, Junts reacciona con gesticulaciones que a menudo parecen nerviosas y fuera de tono. En Madrid, pese a haber apoyado la investidura de Pedro Sánchez, los pos convergents procuran subrayar al máximo su papel como oposición y hacer pagar caros sus siete escaños, aunque esto les lleve a menudo a alinearse con el bloque de la derecha del PP y Vox. En Catalunya, la oposición de Junts al Govern de Illa parece basarse sobre todo en la acusación o la sospecha permanente de ser un gobierno españolista, una idea que queda cuestionada después de un primer año en el que Illa y su ejecutivo han practicado un catalanismo conservador que en bastantes aspectos recuerda al pujolismo: la comodidad de Jordi Pujol con Illa, que de hecho restituyó a Pujol muy al principio de su mandato, parece manifiesta. En cualquier caso, la ausencia de Junts en algunos grandes consensos, como su voto favorable a la opa hostil del BBVA al Sabadell en la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, o su no adhesión al Pacte Nacional per la Llengua (Pujol sí asistió al acto de firma), son difíciles de explicar y comprender para muchos.