Manual de inteligencia artificial para articulistas

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ChatGPT en un ordenador.

Cada vez utilizo más la inteligencia artificial para escribir. Como todo el mundo, he armado una teoría que me convenza de que no me sustituirá. Casi todas las que leo son muy malas porque se aferran desesperadamente al "factor humano" definido de forma mística y cursi, como si fuera una propiedad inherente del texto. Pero hace tiempo que es del todo imposible distinguir si un texto ha sido escrito por una inteligencia artificial o no basándote en el tono: la gran ironía de los chatbots es que se han probado mucho más eficaces a la hora de copiar el estilo de las voces humanas que su validez empírica. Es mucho más fiable pedirle a la IA que escriba un poema imitando el tono de Shakespeare que pedirle que te resuma algún aspecto de sus libros. En un caso como el de Shakespeare, seguramente acertará porque trabajará con miles de textos fiables hechos por humanos, pero si le pides por autores desconocidos de lenguas minoritarias, se inventará las respuestas sin vergüenza alguna. Después de meses utilizando la IA, lo más claro es que no podemos fiarnos de la calidez de su tono sesudo se corresponde con los cold facts.

El resultado es que cada vez escribimos menos y reescribimos más, escribir se está desplazando de crear frases de la nada a editar los textos preliminares que pedimos a una máquina. A mí me parece muy bien porque para mí escribir siempre ha sido reescribir, y además el modelo satisface la teoría de la insustituibilidad de mi pequeño nicho. A diferencia de la gente que se dedica a comunicar hechos o producir emociones, el espacio propio del articulismo es negociar con el presente para abrir el camino de lo nuevo. Yo siempre pienso en el prólogo de Espejo Roto en el que Rodoreda cita a Chéjov: "Hay que intentar lo imposible para decir las cosas como nunca las ha dicho nadie". Esto es clarísimo en el estilo de Rodoreda, pero la forma correcta de entender la novedad no es como una creación pura, sino como el efecto retrospectivo de una intervención en la conversación colectiva en un momento concreto. Lo nuevo no es el resultado de una tirada de dados azaroso (por eso el surrealismo no funciona sin que los sueños sean soñados por soñadores inteligentes), sino del escritor que sabe escuchar el zeitgeist y detectar cuándo unos determinados valores y fórmulas se están agotando. Entonces lees la frase que has picado por inercia, algo te suena procedimental y gastada, y te obligas a reescribirla de una forma diferente. El efecto es cierta extrañeza contigo mismo porque nunca entiendes todas las implicaciones de lo que quieres decir: escribir es hacer caso de una sospecha que se renueva infinitamente a sí misma. Como los algoritmos no tienen más remedio que buscar el promedio razonable de todo lo dicho hasta ahora y carecen de cuerpo, no pueden aprender a cansarse, ni a sospechar.

El mayor uso que he dado a la IA es que me presente de forma más estructurada informaciones y teorías que conozco, pero que recuerdo sólo vagamente y pienso que podrían ayudarme a hacer rodar un texto. Entonces cojo las frases que escupe el algoritmo, las refino conforme a mis propósitos y las mezclo con las mías. Si hay datos, me preocupo por buscar fuentes periodísticas. Pero conozco a gente que trabaja en publicidad o en poesía, para quienes la cosa factual importa menos y muy tranquilamente piden lluvias de eslóganes y versículos con los que jugar. Últimamente, se están haciendo cada vez más populares unos cursos para aprender las mejores formas de pedir las cosas a la IA y obtener los resultados deseados, los famosos prompts. Entre saber qué pedir y saberlo editar, quizá sea verdad que acabamos picando menos teclas, pero debemos tener la inteligencia y la sensibilidad más afiladas que nunca.

Ahora bien, también he topado con un problema que hace mal resolver. Es la idea de "Google Cero", un concepto del tecnólogo Nilay Patel para describir el punto en el que Google dejará de conducir tráfico a sitios web externos y responderá a cada consulta por sí mismo con inteligencia artificial. Patel le acuñó a raíz de los últimos cambios de las grandes plataformas, que están integrando la IA para que nunca necesites buscar nada fuera de su sistema. Naturalmente, los algoritmos no pueden obtener nada del mundo y se alimentan del trabajo ajeno. Y, aunque a menudo necesito más de lo que me da el bote y acabo en artículos, vídeos y podcasts de toda la vida, la eficiencia de la IA me aleja del internet de los demás y me cierra en una burbuja que se beneficia de su trabajo sin darles nada a cambio. Cuando imagino artículos míos alimentando una respuesta, siento mucha rabia redistributiva y clamo por regulaciones contra esta piratería abyecta que está teniendo lugar a plena luz del día sin que nadie haga nada. Es una rabia que hay que ser humano para sentir, y que he utilizado para pedirle a la IA que me resuma el funcionamiento de Google Zero y sus problemas, aunque, en este caso, he acabado leyendoartículo original entero, que nunca te puedes fiar.

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