Memoria histórica, cloacas y bloque de poder

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Montaje fotográfico que muestra unos niños viendo una televisión donde  aparece el rostro de José Manuel Villarejo.

Hoy es 18 de julio, aniversario del golpe de Estado que inició una guerra. Una guerra entre hermanos resultado de la sangre caliente de los españoles; un enfrentamiento fratricida resultado de una personalidad nacional encendida; el duelo a garrotazos de Goya como metáfora visual del carácter español; una sociedad polarizada y crispada que caminaba hacia el desastre; La vaquilla muerta de Berlanga; el pasodoble de los Soldados de Salamina de Javier Cercas; libertad, libertad, sin ira libertad; la transición que cerró las heridas del pasado; millones de españoles corriendo delante de los grises; Almodóvar bailando Gran Ganga con McNamara; papá y mamá leyendo El País y tú leyendo El Pequeño País mientras esperabas los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla… Perdonen la sorna, pero esta sucesión de imágenes que les propongo son retales del relato memorialístico sobre la historia reciente de España. Y no es un relato cualquiera. Podríamos decir que es el relato hegemónico.

Nuestra guerra tuvo todas las complejidades y matices propias de un conflicto bélico, una notable dimensión internacional, características ideológicas que la enmarcan en el auge de los fascismos y de los frentes populares antifascistas. Pero, básicamente, fue una guerra de clase que enfrentó al bloque de poder oligárquico español contra “algo” que nunca llegó a ser un bloque de poder, pero que fue lo suficiente para que las clases dominantes y la Iglesia española abrazaran el fascismo.

¿Qué es un bloque de poder? La noción de bloque de poder la desarrolló Manuel Tuñón de Lara a partir las nociones de “bloque hegemónico” y “bloque histórico” puestas en boga por Poulantzas y los marxistas italianos. Un bloque de poder es más que una alianza, es el poder de actuación concertado de las elites económicas, periodísticas, políticas, funcionariales, militares… que tienen la capacidad para dirigir el estado por encima incluso de la legalidad formal del propio estado. Es difícil encontrar una forma mejor de definir a las oligarquías españolas de ayer… y de hoy.

El bando perdedor era básicamente la España popular y urbana, las organizaciones sindicales y partidarias de la clase obrera, los republicanos de clase media, lo más avanzado de la intelectualidad, el catalanismo de izquierdas, las primeras feministas españolas, incluso el nacionalismo vasco. Hablamos de sectores sociales importantes, pero que nunca llegaron a ser un bloque de poder, ni siquiera en 1931, ni siquiera con la victoria del Frente Popular, ni siquiera con los gobiernos de Azaña en la guerra, ni siquiera con Negrín y los comunistas implementando la política pragmática del Estado republicano en guerra. Sin embargo, esa otra España, daba suficiente miedo al bloque de poder como para dar un golpe y organizar una guerra y una represión dirigidas al exterminio. Y lo cierto es que exterminaron a buena parte de lo mejor de aquella España.

¿Por qué les cuento esto? ¿Qué tiene que ver esto con nuestro presente y nuestro futuro? ¿Tiene algo que ver esto con nueva la ley de memoria y sus carencias? Ay, amigos…

A propósito del Ferrerasgate, Raúl Sánchez Cedillo razonaba así en El Salto: "Si a algo me recuerdan las voces omnipresentes de Villarejo y sus secuaces, mandos policiales, periodistas, políticos, es a una España invariante, que se remonta como mínimo a la Restauración canovista. Lo valleinclanesco no ha cambiado, la idea y la práctica patrimoniales del Estado español no ha hecho más que aumentar, salvo el paréntesis de la Segunda República y luego de la Transición, con el inevitable reparto patrimonial, desigual e inestable, que estructura el régimen autonómico del Estado, siempre en crisis. Son las voces chabacanas, zafias, soeces, sórdidas, confiadas, que en cada una de sus inflexiones, timbres, dejes, estilos e idiolectos condensan cientos de miles de páginas sobre la naturaleza de la forma de Estado española. Villarejo es ya, pero lo será más con el tiempo, un signo condensador, un epítome de una democracia concedida, garantista los lunes y autoritaria el resto de la semana, modernizadora a todas horas pero fundada en el privilegio de clase y religioso en la educación, que no superó nunca el impacto del neoliberalismo sobre el sistema de pesos y contrapesos que hubiera podido servir para estirar una interpretación más progresiva de la Constitución. En esa medida, y a fortiori, la figura de Villarejo es la prueba de cargo contra la ilusión eurocomunista y socialdemócrata de una interpretación garantista, laborista y socializante de la Carta Magna".

Lo que escribe con afilada inteligencia Raúl Sánchez también es un relato sobre la memoria y, a diferencia de los relatos hegemónicos, tiene calidad intelectual y descriptiva. Además, una lección magistral a la izquierda que aún se cree que se puede superar el régimen del 78 desde el relato socialdemócrata de la memoria.

Si en algo acertó Podemos fue en hacer un relato memorialista precisamente al señalar con voluntad de ruptura al bloque de poder. Les llamó casta desafiando el relato del consenso en el que sigue descansando hoy el poder oligárquico del bloque de poder español. Recuerden lo que molestó ese relato a muchos sectores de la izquierda que hoy siguen queriendo desembarazarse de él a pesar de que la mierda de las cloacas sale a borbotones en estos días. Hace 8 años el bloque de poder español se conjuró para exterminar, aunque en esta ocasión por medios menos cruentos, a la otra España que esta vez eran Podemos y los independentistas. Pero no está escrito que lo vayan a conseguir siempre; las sociedades mediatizadas a veces tienen cortocircuitos.

Pablo Iglesias es doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid, ex secretario general de Podemos y exvicepresidente segundo del Gobierno
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