Un niño palestino observa a los adultos en Khan Younis, en el sur de Gaza.
28/09/2025
2 min

El miedo es mal consejero, dicen. Y, sin embargo, nuestra vida –nacer, crecer y morir– es un instante en el marco del Universo, que descoloca cuando se toma conciencia de ello. E induce a generar fantasías y creencias para dar sentido al flash vital. ¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde vamos? No hay dos personas iguales, en toda relación existe un diferencial que se traduce en relaciones de poder que constituyen la relación comunitaria: el conflicto es estructural en las sociedades y la insatisfacción también. Y la inseguridad y la incertidumbre están siempre presentes en un ser que por mucho énfasis que le pongamos no deja de ser precario. El miedo puede ser útil como advertencia, pero es destructivo como arma sistemática del poder (sea político o económico) para atemorizar a la ciudadanía y negarle el reconocimiento.

En "Fortalecer el miedo" (La Maleta de Portbou, 2013), Mia Cuoto cita a Eduardo Galeano: "Los que trabajan tienen miedo a perder el trabajo. Los que no tienen trabajo tienen miedo a no encontrarlo nunca. Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas y las armas tienen miedo a la falta de guerras". Y ante este panorama, Mia Cuoto añade: "Y yo de lo que tengo miedo es de que el miedo acabe". ¿Podemos vivir sin miedo? ¿O lo que tenemos que hacer es negociar con el miedo?

El miedo es estructural a la condición humana, que en todos sus ámbitos está marcada por relaciones de poder –el que manda y el que obedece–, que se decanta en las formas concretas de cada espacio: familia, escuela, iglesias, empresa, ejércitos, instituciones, organizaciones y un largo etcétera. Un psicólogo quizás nos incorporaría a la lista los conflictos internos de cada persona.

El miedo es una vía que puede conducir al sometimiento o el desconcierto, pero también, si somos capaces de mantener la distancia justa –es decir, de saber operar como sujetos autónomos–, como advertencia que nos puede ayudar a anticipar conflictos y superar obstáculos. En cualquier caso lo que parece indudable es que el miedo es inherente a las sociedades. Y la pretensión de haberlo superado, una forma de creer que se está por encima de los demás, conduce inexorablemente a perder la noción de límites. Desgraciadamente, una conducta demasiado usual a lo largo de la historia y que ahora mismo está constantemente presente en todos los ámbitos de poder y se hace especialmente obscena en manos de personajes como Donald Trump y Benjamin Netanyahu, que han hecho del todo me está permitido su forma de estar en el mundo. Y han contribuido a que millones de personas no puedan gestionar el miedo. Se llama terror.

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