Que a nadie le de un infarto

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El ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, ayer en Bruselas .

Leemos en el AHORA que "España quiere garantizar que la demanda del catalán en la UE no se esparza por Europa". Es decir, que el hecho de que nuestra lengua pueda ser utilizada en el Parlamento Europeo no abra la caja de los truenos y ahora resulte que habrá que hacer, por decirlo en el lenguaje de la Transición, café para todos. Lo del catalán (y del gallego, y del euskera) "es un caso único dentro de la Unión Europea", dijeron desde el gobierno español, para que a nadie le coja un infarto. Que es la manera de impedir que ninguna otra lengua minorizada (“minorizada” significa “sin estado”, claro) pueda obtener el mismo reconocimiento que el catalán de forma "automática".

Déjeme decir, de entrada, que entre los traductores de la UE hay muchos catalanes. Quiere decir, pues, que quien traduce del francés, del inglés o del alemán, también puede traducir del castellano y del catalán. Los catalanes adoramos los idiomas. Pensemos por qué.

¿Pero por qué razón no debería abrirse la caja de los truenos? ¿No somos tan singulares y diferentes en Europa? ¿Acaso se puede explicar de la misma manera Cataluña que la Mancha que el Piamonte? No. Si no explicamos de la misma forma y no unificamos las diferentes regiones vinícolas, como debemos explicar de la misma manera las diferentes regiones lingüísticas. A nadie se le ocurriría hablar de “vino español” poniendo en el mismo saco la Rioja, la Ribera del Duero y Cataluña.

A mí me parecería maravilloso que los estudiantes de lenguas pensaran que el gallego, que el vasco, que el catalán son una salida laboral. Un negocio. Gastar en traductores es gastar en cultura. Es mejorar la sociedad. Sé que hay gran parte de esta sociedad que es perezosa y egoísta. Sólo quien no lo tiene todo es después. Quien lo tiene todo, normalmente, no suelta nada, y es por esta característica que lo tiene todo.

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