Septiembre, después de las vacaciones de verano, siempre es un nuevo principio, el inicio de un nuevo curso. Pero donde lo es especialmente es en las escuelas y en los institutos, porque la parada del verano es más larga para los más pequeños, que también viven el paso del tiempo de una manera diferente. En el sector educativo, el nuevo comienzo de septiembre es más real y evidente que en otros muchos. Y por eso también es, todavía más, una nueva oportunidad. Y conviene que no se desaproveche.
Este principio de curso llega en medio de la incertidumbre, pero no por la pandemia, sino por la modificación de los currículums en los institutos, el cambio de horarios en septiembre (con las nuevas actividades de ocio gratuitas por la tarde), la amenaza de una nueva sentencia para imponer el 25% de castellano y el despliegue pendiente del decreto de la escuela inclusiva. Pero también llega con tensión: con huelgas de maestras y profesores convocadas para el 7 y el 28 de septiembre y un conflicto entre los sindicatos y la conselleria encabezada por Josep Gonzàlez-Cambray que sigue igual después de la pausa del verano.
Este nuevo comienzo es una oportunidad para reducir la incertidumbre tanto como sea posible, porque hay que permitir que los docentes puedan trabajar de la mejor manera para recuperar el terreno perdido durante la pandemia. Y para ir más allá. La educación es el futuro y no basta con decirlo, también hay que creérselo y actuar en consecuencia. Esto quiere decir ponernos a ello, dedicar al sector la financiación y los recursos que se merece, y también la voluntad de tejer una estrategia conjunta sobre cómo se tiene que abordar para conseguir que mejore.
Creerse de verdad el papel de la educación también implica la necesidad de hacer un esfuerzo para que los sindicatos y el Govern se entiendan. Es imprescindible que actúen a la par, no divididos y enfrentados, para que cualquier estrategia que se plantee tenga alguna posibilidad de funcionar. Esto, evidentemente, pasa por mejorar la capacidad de diálogo de las dos partes. De una conselleria que los sectores sindicales creen que actúa con prepotencia y de unos sindicatos que tienen que estar dispuestos a llegar a un acuerdo, o sea, a ceder de alguna manera.
Cerrarse en banda no solucionará los problemas del sector. La única manera de solucionarlos es hablar. La enseñanza es demasiado clave para que la sociedad tenga que estar pendiente de las batallas entre la conselleria y los sindicatos, que se supone que quieren lo mismo. La parte positiva es que los dos bandos creen que hay margen para el acuerdo, que tendrían que conseguir con una cierta rapidez para poder concentrarse en aquello que realmente importa. Llega un nuevo septiembre, un nuevo principio, una nueva oportunidad también para el diálogo.