La noche que murió Franco... si es que realmente murió

Masaje en Franco
17/11/2025
Periodista
3 min

1. Preparaos para contarlo. En los próximos días, nos hartaremos de ver las imágenes de Arias Navarro, en blanco y negro, anunciando lo que media España deseaba y la otra mitad temía: "Franco ha muerto". Hasta la sopa nos aparecerá el entonces presidente del gobierno con la voz rota por el sollozo del régimen. En ese momento de hace cincuenta años, TVE era la única televisión y el segundo canal –la UHF– no llegaba a toda la Península, ni mucho menos. Un 40% del territorio español solo veía una cadena. En Lleida, por ejemplo, La 2 todavía tardaría en llegar. Lo que pasó los meses después de la muerte del dictador también es comunicativamente interesante ¿A quién le encargó el rey que formara gobierno? A un joven Adolfo Suárez que durante cuatro años había sido el director general de Radio y Televisión Española en los últimos coletazos del franquismo. Es significativo que la transición se le encargara a quien hasta 1973 había confundido el periodismo con propaganda de una manera poco sibilina y cero acomplejada.

2. El Generalísimo había hecho su última aparición pública el 1 de octubre –otro tipo de 1 de octubre– y en los últimos días del régimen, en plena descomposición, la única televisión era más papista que el Papa. O tan franquista como Franco. Los ejemplos de censura eran constantes. Josep Maria Baget Herms nos lo contaba con todos los detalles, en la Universitat Autònoma, cuando lo tuvimos de profesor. No solo había un control informativo absoluto para esconder las ejecuciones del 25 de septiembre sino que se pasaban las tijeras por sketches de Tip i Coll o de los programas infantiles. El Movimiento actuó hasta última hora con un deleite insaciable. La misma noche del 20 de noviembre estaba previsto que TVE emitiera la película Satán nunca duerme y, ya fuera por el título, por la temática, por la muerte inminente del Caudillo, decidieron aplazar su emisión. Ciertamente, una historia sobre la revolución china que llevaba a Mao al poder no parecía el filme más oportuno para la noche que falleció Franco. Si es que realmente murió.

3. Cincuenta años después, su espíritu está muy vivo. El magnífico dossier del ARA lo demostraba con hechos y argumentos. Tenemos una realidad que estremece. Más allá de los millones de personas que aún lo añoran, más allá también de los fascistas y de los machistas de manual, hay toda una generación que ni siquiera vio un sello de Franco que encuentran en el discurso de Vox una ideología y una estética de banderita en la muñeca que los hace sentir importantes. La ignorancia, envuelta en supremacismo moral, consigue estos fenómenos. No son exclusivos de España. Son vientos que soplan en demasiados rincones del Primer Mundo, pero sentir nostalgia por un dictador sanguinario es una patología colectiva que, por lo visto, no se cura con el tiempo. Al contrario, parece contagiarse. Y, en esto, la forma de informarse y de consumir los medios también es importante.

4. El panorama comunicativo actual no tiene nada que ver con ese monopolio de una única televisión de hace cinco décadas. Estamos en una sociedad en la que, aparte de muchas ofertas de televisión (públicas, privadas, autonómicas, satélite), ha habido el advenimiento de la prensa digital y, sobre todo, la revolución de las redes sociales. El último CEO da datos claros. El 81% de los jóvenes de 16 a 24 años sigue la actualidad a través de las redes sociales. Solo un 6% lo hacen a través de la prensa escrita. El 64% de estos jóvenes se informan por Instagram, el 50% por TikTok y el 38% por X. Cuanto más de derechas es el partido (Vox, PP y Aliança Catalana) más reconocen que saben qué pasa en el mundo por estos canales donde lo que se explica no es necesario que sea verdad. Por el contrario, la credibilidad tiende a cero y la pandemia desinformativa es su gran negocio. Y así vamos.

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