País Valenciano, libertad que mata

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Diputados de PP y Vox y miembros del Consell celebrando la aprobación de las leyes que reforman la enseñanza, la gestión de À Punt y la Agència Valenciana Antifrau.

No quisieron escuchar las críticas de la comunidad educativa, de los sindicatos ni del Consejo Valenciano de Cultura, que fueron unánimes e inequívocas: el gobierno de la Generalitat Valenciana presidido por Carlos Mazón, y formado por PP y Vox, aprobó este jueves la nueva ley educativa del País Valenciano (“Comunitat Valenciana”, según el nacionalismo español), que estos dos partidos han convenido en llamar “ley de libertad educativa”. Es una demostración fehaciente de odio institucionalizado contra la lengua catalana, y también una dolorosa demostración de la facilidad con que la ultraderecha (o la extrema derecha, o la derecha extrema, o la derecha dura, como queráis decir) se ha apropiado de la palabra libertad.

Al contrario de la caricatura que solemos endosarle, la ultraderecha no es corta: al parecer, entiende la importancia del lenguaje (la importancia decisiva, fundamental, del lenguaje) mejor que la mayoría de los políticos democráticos. Las clases políticas de las democracias occidentales se han acostumbrado a un juego bajo y peligroso, que es vaciar las palabras de contenido, exprimirlas y desecarlas hasta que dejan de significar nada. Los estrategas de la ultraderecha van un paso más allá y las resignifican, hacen que quieran decir algo diferente de lo que querían decir. Enseguida entendieron, también, que la palabra que más les convenía hacerse suya era la más bella, la más preciada de todas. Así han logrado, en todas partes, que la defensa de los derechos civiles y la justicia social pase a ser vista por muchos como un rosario de imposiciones y prohibiciones; por el contrario, la retórica del dominio del más fuerte, que es la que abraza siempre a la ultraderecha, se asocia a la libertad. Este principio general adquiere una concreción diferente en cada país, en cada pueblo o ciudad, en cada comunidad humana, pero opera siempre de la misma manera.

En el caso del bilingüismo nostrat, ¿cuál es la lengua fuerte y privilegiada? El español. ¿Cuál es la débil, la afectada de diglosia? El catalán. PP y Vox le dan la evidencia, por lo que la normalización del catalán pasa a ser, en vez de un objetivo y un deber democrático, una imposición intolerable (que, además, según ellos va en detrimento del castellano). Parten de la falacia de una supuesta libertad de las familias para escoger (la escuela pública es un servicio fundamental que en modo alguno puede estar en la carta) para llegar a una “libertad educativa” igualmente falsaria, que en definitiva sólo consiste en asegurar la hegemonía del castellano, y la erradicación paralela del catalán, de dentro de las aulas. Y todo esto, con el argumento de hacerlo en favor de la libertad: es muy difícil desmontar un discurso falso construido en torno a la idea de libertad, porque previamente debes conseguir demostrar que parte de una idea manipulada de la libertad , etc.

Ahora el reto es para Escola Valenciana, la sociedad valenciana y (a ver si somos capaces) los millones de catalanohablantes que debemos organizar y movilizar contra este estado de cosas. Nos traen muchas mentiras de ventaja.

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