Àngel Guimerà, catalanidad y homosexualidad
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Por supuesto que un programa de máxima audiencia en TV3 sobre uno de los grandes escritores catalanes, como lo es la nueva serie documental de 3Cat sobre Àngel Guimerà, es una buena noticia por sí misma y naturalmente que Pep Antoni Roig y Jordi Escofet han hecho un producto televisivo solvente, con testimonios y datos de calidad bien presentados, y con una conducción de nivel a cargo de Àngels Gonyalons. también que el estado español (entendido en sentido amplio) ha maniobrado en el pasado, maniobra en el presente y maniobrará en el futuro para que no haya un Nobel de literatura que escriba en catalán. lingüística de un estado que el nacionalismo español todavía hoy quiere monolingüe?

Ahora bien, también sería bueno dejar de preocuparse por el Nobel. Tener un autor o autora en lengua catalana que se alzara con este galardón, o tener dos o cuatro, no solucionaría gran cosa. La literatura catalana seguiría siendo minorizada porque es una literatura de un país relativamente pequeño encajonada entre dos de los grandes gigantes europeos, España y Francia. Los países pequeños, o con complejo de ser pequeños, no dejan de sufrir esa pequeñez para que el comité de los Nobel se acuerde de vez en cuando de sus escritores. Polonia tiene seis Nobel de literatura (desde Henryk Sienkiewicz en 1905 hasta Olga Tokarczuk, en 2018), y eso no ha mitigado nada lo que Milan Kundera definió como "el vértigo de dejar de ser", que conocen suficientemente los polacos, y también los catalanes. Los premios Nobel lucen, gozan, pero no son decisivos para el conocimiento de una literatura dentro de los circuitos literarios internacionales. "Vengo a hablarles de la literatura de mi país" "Vale, pues ante todo, muéstranos los Nobel". No va así.

Por otro lado, los escritores que ganan el Nobel son casi siempre buenos, a veces incluso excelentes, pero no son los mejores. No porque a los jurados de los premios les falte criterio, sino porque no existe lo de los mejores escritores. La literatura –lamento si esto desanima a algunos lectores– no es reductible a una competición, por muy competitivos que sean algunos escritores. No son saltadores de vallas ni escupen huesos de aceituna. El premio Nobel tiene un gran impacto como noticia, y tiene efectos positivos para los autores galardonados y sus editores, pero es irrelevante en cuanto al conocimiento y disfrute de la literatura. Como ocurre con todos los premios. Además, la labor de un escritor no es ser un padre o una madre de la patria. El trabajo de un escritor –sorprendan– es escribir.

Por último, el premio Nobel sería con toda seguridad terrible para el autor catalán, o la autora catalana, que lo ganara. Aquí se ha visto cómo el Parlamento, siguiendo la iniciativa de cuatrocientos ayuntamientos, dirigía una petición a la Academia Sueca para que galardonaran a Miquel Martí i Pol. Las sobreactuaciones que podría llegar a haber, tanto para deyectar a quien obtuviera el Nobel como —sobre todo— para enaltecerlo, hacen venir heredad sólo con pensar en ello.

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