Alfonso Rueda, del PP, ganador de las elecciones gallegas.
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Como dice bien Ana Pontón, es un error leer los resultados de las elecciones gallegas extrapolándolos a la política estatal, aunque esto sea lo que hace todo el mundo.

La derecha nacionalista española sufre en silencio el tener que soportar al vacilante Feijóo al frente del PP al menos una temporadita más (aunque la crisis de liderazgo dentro del PP se mantiene viva y cruda). Proclaman a cambio que ésta es una gran derrota del sanchismo y de la ley de amnistía, haciendo su habitual revuelto de elementos inconexos que ponen a hervir para ver qué sale. Como lo que ha salido ha sido una mayoría absoluta (que veían peligrar), la conclusión del PP es que su actual línea de discurso les va bien. También esto es erróneo.

El PP no ha revalidado una quinta mayoría absoluta consecutiva (que es una barbaridad) para que abomine de Puigdemont o para que compare a Ana Pontón con Otegi, sino por su fuerte arraigo en una sociedad que todavía arrastra la huella del caciquismo, y también porque hace muchos años que ha conseguido ocupar el espacio de un galleguismo de centroderecha bien entendido. Lo explicaba con claridad el escritor gallego Manuel Rivas en la entrevista que le hacía hace unos días Carla Turró en este diario, y son argumentos que tal vez suenen extraños desde la óptica catalana, pero que desde Baleares se entienden bien , porque el PP jugó un papel similar en estas islas durante los mandatos de presidentes como Cañellas o Matas. Después, primero con Bauzá y ahora con Prohens, el PP isleño se alineó con los postulados extremistas que le llegan de Madrid, lo que les acabó llevando a depender de Vox. Al PP de Galicia, como se ha visto, eso no le ocurre, porque sigue haciendo de recipiente de toda la derecha.

La cuestión realmente importante, en un contexto así, es el éxito del BNG de Ana Pontón, fruto de una campaña muy bien hecha (la del PP ha sido calamitosa), pero sobre todo de muchos años de trabajo y perseverancia, que permiten pensar seriamente en resultados aún mejores en el futuro. Pontón presenta al BNG como un partido “nacionalista” para diferenciarlo del independentismo, aunque la palabra sea errónea porque el nacionalismo, obviamente, está a otro lado. En cualquier caso se trata de una opción soberanista y de izquierdas (ecologista, feminista, culturalmente autocentrada) que se muestra no sólo viable sino potente, en condiciones de plantear una alternativa de gobierno. Su triunfo, paralelo al fracaso de Sumar, indica un hecho que sí es extrapolable a la Comunidad Valenciana ya Baleares, a saber: tiene sentido que Compromís o MÁS vayan con Sumar a las elecciones españolas, pero no tiene que Sumar se presente por separado a las elecciones baleares y valencianas, porque no tiene arraigo y sólo hace que dispersar voto.

Un último apunte para decir que la crisis ecológica de los pellets, muy grave y reciente, ha pasado de liso no sólo para el PP de Alfonso Rueda, sino para todos. Quiere decir que seguimos sin dar importancia a los temas medioambientales, y que es previsible que no lo hagamos hasta que sea demasiado tarde.

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