Peor que el Kipur de 1973

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Un ataque aéreo israelí contra la ciudad de Gaza, el pasado 7 de octubre.

1. El asalto desatado por Hamás este sábado contra Israel supone la mayor catástrofe de inteligencia experimentada por el estado hebreo en sus setenta y cinco años de existencia. Mucho más grave que la de octubre de 1973, porque entonces la ceguera de los servicios de información israelíes ante el inminente ataque egipcio y sirio podía medio justificarse en el exceso de confianza generado por la abrumadora victoria de 1967; y, además, los frentes del canal de Suez y del Golán se encontraban situados a cientos de kilómetros del corazón de Israel, (mal) defendidos por el Tsahal. Ahora, Hamás no había sufrido ninguna derrota reciente que permitiera imaginarla debilitada, y además los confines de la franja de Gaza están a un tiro de piedra –vaya, de mortero, por no hablar de cualquier cohete– del territorio soberano de Israel y de su población urbana.

2. Es decir, que mientras en los últimos tiempos el nefasto gobierno de Netanyahu se dedicaba a polarizar y dividir a la sociedad israelí en su intento torpe de rebajar los controles democráticos a cargo del Tribunal Supremo, los míticos servicios de espionaje del Estado de Israel han permanecido ciegos y sordos ante unos preparativos de ataque de la milicia islamista que tienen que haber durado meses e implicado a miles de personas, y eso dentro de un territorio del tamaño de Andorra. Es un caso de incompetencia –por lo que sabemos a día de hoy– incomprensible e injustificable. Ahora, un Bibi acorralado propone a la oposición formar un gobierno de unidad nacional. Desconozco si se formará, pero, a medio plazo, lo que el líder del Likud y muchos de sus ministros ultras merecen es un juicio político y unas elecciones anticipadas que los inhabiliten para siempre.

3. Tras decenios debatiendo sobre si existía una fórmula que hiciera posible la coexistencia más o menos pacífica entre Hamás e Israel, y sobre el alcance de una hudna (tregua) indefinida que fuera aceptable para el Movimiento de la Resistencia Islámica, y sobre la efectividad de las mediaciones egipcias para enfriar la tensión en torno a la Franja, el ataque del día 7 ha mostrado sin margen de duda cuál es el verdadero programa de Hamás para la “liberación total” de Palestina, “desde el río hasta el mar”: la eliminación física, el exterminio, la erradicación de la población civil judía que reside en ella. El asesinato sistemático de los civiles desarmados que fueron sorprendidos por las calles de Sderot o de otros municipios israelíes durante las primeras horas del asalto, la negra suerte que puedan correr los otros civiles secuestrados y hoy desaparecidos en la Franja, dejarán huella profunda sobre el conjunto de la sociedad israelí, potenciarán su sensación de riesgo existencial, de lucha a vida o muerte, de o nosotros o ellos, en relación con los palestinos. Esto de estos últimos días no es una bomba en un autobús urbano o en un café de Tel-Aviv (una tómbola nefasta de alcance limitado, pensaban muchos israelíes una vez seguros en casa). Esto muestra que no hay refugio posible si todo el país no está bien protegido. ¿Alguien cree que así se favorecen las actitudes pacifistas, dialogantes, de distensión?

4. Durante años y años, pero sobre todo desde que en 2007 Hamás tomó el control absoluto, una determinada propaganda occidental ha descrito infatigablemente la franja de Gaza como “la mayor cárcel a cielo abierto del mundo”, “un inmenso campo de concentración” , etcétera. Y bueno, quizás a la luz de los últimos acontecimientos algunos de estos tópicos deberían ser revisados: ¿una cárcel cuyos cautivos, armados hasta los dientes, asaltan con éxito y ocupan temporalmente partes del territorio del país vecino, poniendo contra las cuerdas a uno de los ejércitos más poderosos del mundo? ¿Un campo de concentración pretendidamente bloqueado al que llegan todos los días todo tipo de productos, incluidas armas, municiones y otros suministros militares, a través de cientos de túneles?

5. Desengáñense: diga lo que diga este o aquel analista, nadie sabe en Occidente ni por qué Hamás ha decidido atacar ahora, ni en una operación de esa envergadura. Ninguna de las razones invocadas por la propaganda islamista (ni “la liberación de la mezquita de Al-Aqsa”, ni “los crímenes de la ocupación”, ni el propósito islamista de sabotear el acercamiento israelo-saudita) lo lo explican de forma suficiente. ¿Se trataba de reactivar, y más que nunca, el ciclo acción-represión y de arrinconar definitivamente a la debilitada Autoridad Nacional Palestina? Tampoco sabe nadie qué va a pasar a partir de hoy. Bueno, sí: una vez restablecido el pleno control de su territorio soberano, Israel se lanzará a un castigo implacable sobre Gaza (incluidas quizás incursiones terrestres, pero sobre todo desde el aire) que desequilibrará la contabilidad de los muertos, prácticamente empatada en el momento escribir estas líneas. Esto durará semanas, porque Netanyahu quiere reponerse de la humillación sufrida, pero no modificará ninguno de los datos de fondo de un conflicto que ya suma más de cien años y al que no se ve salida. ¿Un estado único israelí-palestino, después de la matanza iniciada el 7 de octubre del 2023?

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