Plantar cara

El pasado junio tuvo lugar en Washington DC un desfile militar inédito, oficialmente para conmemorar el 250 aniversario de la creación del ejército de Estados Unidos (y, de forma más o menos extraoficial, para celebrar el 79 aniversario de Trump, deseoso de emular a sus admirados Putin y Kim Jong-un). La periodista y académica estadounidense Linda Kinstler escribió que, mientras veía pasar los tanques, pensaba en la "pistola de Chéjov", ese principio que dice que, en una obra de teatro, una pistola que aparece en el primer acto tiene que dispararse en el tercer acto. Y decía: "Cuando ves un desfile militar, te tienes que preguntar cuándo y dónde se desplegarán las armas letales, en nombre de quién y por qué causa".

Lo deberíamos tener presente a la hora de valorar la absurda (y criminal) carrera de rearme que la OTAN exige a los europeos, muchos de los cuales no saben cómo quitarse el compromiso de encima: la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, quiere que la construcción del puente sobre el estrecho de Mesina, que unirá la península con Sicilia, cuente como gasto militar y ayude a alcanzar la descabellada cifra del 5%. ¿Alguien ha dicho exactamente por qué haría falta que los europeos nos rearmásemos? ¿Quizás para hacer frente a Putin, es decir, el propio dictador al que Trump está dispuesto a conceder una parte sustancial de Ucrania y dejarle ganar la guerra (creyendo que eso lo favorece a él, en su competición para lograr el premio Nobel de la Paz, una carrera que mantiene contra el fantasma de Barack Obama, su gran antagonista)?

Cargando
No hay anuncios

Desgraciadamente, estamos viendo que la apelación a "defenderse" ha llevado a Israel, un estado que se creó para acoger a un pueblo perseguido, a cometer el atroz genocidio sobre los palestinos, sin que nadie, dentro y fuera de Israel, parezca capaz de pararle los pies a un criminal de guerra, Benjamin Netanyahu, obcecado en una huida hacia adelante sin límites y sin freno que le permita escapar de sus problemas judiciales. Quizás este es el aspecto más chocante, y que crea más perplejidad y decepción, del momento político actual: podemos entender que Putin en Rusia o Xi en China no tengan oposición, dada su política represiva y dictatorial, pero ¿por qué en países de fuerte tradición democrática, como Estados Unidos, nadie parece capaz de detener a los aprendices de dictador?

Cargando
No hay anuncios

Pensaba en ello leyendo, aquí mismo, el artículo de Francesc Torres, un artista íntimamente ligado a Nueva York –lleva medio siglo viviendo en la ciudad, tiene la nacionalidad americana y la mujer con la que está casado es nativa de Brooklyn– y que, sin embargo, se está planteando marcharse del país, como han hecho otros artistas, intelectuales y académicos. Un país que se adentra hacia un sistema autoritario sin que, en apariencia, casi nadie esté en disposición de frenar a Trump. ¿Dónde está aquella sociedad civil potente y articulada? ¿Dónde está aquella América que protagonizó la mayor lucha por los derechos civiles, por los derechos de las mujeres, por los derechos de los homosexuales? ¿Por qué las universidades se están plegando a las exigencias de un sátrapa que no ha leído un libro en los últimos veinte años? La entrada del caballo siciliano de Trump, en su segunda presidencia, parece haber noqueado a la oposición. Y, a marchas forzadas, está convirtiendo el país en menos atractivo.

Entonces, ¿por qué Europa, la Europa que se humilla a sus pies en un campo de golf de Gran Bretaña (solo había que ver la impotencia reflejada en el patético rostro de Ursula von der Leyen), es incapaz de reaccionar? ¿Por qué hoy unas sociedades democráticas, que no son en absoluto comparables a las de los años 1930, parecen inermes ante la subida de los demagogos? ¿No teníamos las generaciones mejor preparadas de la historia? ¿No somos más libres, acomodados y cultos que nunca? ¿Por qué hemos caído en la trampa de la "desalfabetización", cuando lo teníamos todo para formar a ciudadanos libres y bien informados? Todavía me niego a creer que todo ello se reduzca a que somos un rebaño de corderos abducido por la desinformación de las redes sociales, pero creo que esto se acerca cada vez más a la explicación de lo que nos está pasando.

Cargando
No hay anuncios

Y lo peor es que, como ya ocurrió hace unos años con la crisis del euro, el diagnóstico está hecho. Europa no puede ser una Unión a medias, un club de estados que no tiene una política fiscal, ni una política exterior, ni un ejército comunes. Esto está perfectamente establecido. Entonces, ¿por qué no somos capaces de fortalecer a Europa? Los suizos, gente previsora por naturaleza, dicen que "es cuando hace sol que hay que arreglar el tejado". El tejado cuesta mucho de arreglar en medio de la tormenta. Pero no sé si podemos esperar a que vuelva la bonanza. Mientras, la pregunta persiste, y urge: si conocemos el remedio, ¿por qué no actuamos?