Que se prohíba el marketing telefónico

Un 'call center' obliga a seguir trabajando junto a un cadáver
2 min

Lo diré claro: el marketing telefónico debería prohibirse por ley. No limitar, ni regular, ni moderar. Prohibir. No lo digo como una reacción visceral a una llamada molesta. Ni a las doscientas o trescientas que recibo cada año. Porque nos llaman más de una vez al día, de media.

El primer argumento, y el más grave, es que las empresas están vulnerando las normas sistemáticamente. Te inscribes en la Lista Robinson y siguen llamando. Les pides que te eliminen de su base de datos y vuelven a marcar tu número. Te dicen que no volverán a molestar… hasta la próxima. Cambian de empresa, de subcontrato o de nombre comercial, y otra vez igual. Es agotador. Es una burla a la legislación y al derecho de no ser interrumpido en tu vida privada sin consentimiento.

Segundo, ya no tiene sentido económico que nos interrumpan a cualquier hora del día para ofrecernos un cambio de compañía eléctrica, una nueva tarifa de datos o un seguro de defunción. Es decir, para vender algo que no hemos pedido, que no necesitamos y que no queremos. Porque, si nos interesara, ya lo habríamos buscado. Y si no lo hemos hecho, será por alguna razón. Y es que en la era de internet, de las apps, de los comparadores de precios, de los foros y de las redes sociales, quien quiere buscar una mejor oferta lo hace por iniciativa propia. Quien quiere cambiar de compañía, lo hace. Quien busca una promoción, la encuentra. No necesitamos a nadie que nos lo explique por teléfono. No hace falta que nos informen. Sabemos buscar. Sabemos comparar. Sabemos decidir.

Tercero, ese tipo de marketing tenía sentido hace treinta años. Cuando no había internet, ni teléfonos inteligentes, ni plataformas digitales. Cuando la información era limitada y el canal telefónico te permitía descubrir alguna novedad. Hoy es justo lo contrario: estamos saturados de información. Lo último que necesitamos es una llamada más para ofrecernos lo que ya hemos rechazado tres veces por otros canales y que sabemos perfectamente que existe. Habrá quien dirá que no puede prohibirse porque genera empleo. Pero también lo generaban las cabinas telefónicas o los vendedores ambulantes, y supimos encontrarles sustitutos cuando quedaron obsoletos.

Si las empresas quieren robar clientes, que lo hagan por los canales adecuados: publicidad tradicional, medios digitales, redes, anuncios segmentados… Hay muchas formas lícitas y respetuosas de vender sin invadir. Quien quiera cambiar de tarifa o de compañía ya se enterará. No hace falta que le llamen dos o tres veces al día para decírselo.

Esto ya merece una prohibición total. Y lo dice un liberal.

stats