Pedro Sánchez este lunes en el Congreso.
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El protocolo sobre la prensa que ha aprobado este martes el consejo de ministros, dentro del famoso plan de regeneración democrática impulsado por Pedro Sánchez, da en cierto modo una respuesta, casi ciento veinte años después, a Unamuno. En una carta a otro escritor de la época, Azorín, Unamuno se desahogó contra la beligerancia contra Catalunya de la prensa nacionalista española de su tiempo. Son unas frases muy citadas, y con mucho gusto las volvemos a citar a continuación. “Merecemos perder Cataluña. Esa cochina prensa madrileña está haciendo la misma labor que con Cuba. No se entiende. Es la bárbara mentalidad castellana, su cerebro cojonudo (tienen testículos en lugar de sesos en la mollera)”.

Esto lo escribía Unamuno en 1907, y ciento diecisiete años después “esta cochina prensa” (madrileña la mayoría, efectivamente, aunque también las hay de catalana, y de todo el estado español, giponada con el mismo molde) sigue haciendo las mismas obras casi con los mismos peones, o con los suyos descendientes ideológicos (y, en algunos casos, biológicos y todo). Cuando Unamuno habla de “la misma labor que con Cuba” se refiere a la práctica de intoxicar a la opinión pública con falsedades, insultos y estridencias, y hacer imposible ninguna forma de debate que no sea a palos. Por encima de todo, esta prensa busca siempre influir en el partido o partidos conservadores o extremadamente conservadores de cada época, y en los poderes del Estado.

De modo que el fenómeno viene de atrás, y recientemente se ha complicado con la proliferación de la prensa basura. Cabeceras, emisoras de radio, canales de televisión y muchísima publicación digital especializados en la desinformación, los hechos y los relatos alternativos, las múltiples formas del negacionismo, la difamación y –digámoslo con franqueza– el puro y simple esparcimiento de mierda, que sus autores se afanan por disfrazar solemnemente de periodismo. “Soy periodista”, oíamos decir recientemente a uno de estos individuos después de que un diputado del Congreso (Íñigo Errejón de Más Madrid) le dijera que no pensaba responder a sus preguntas. Los desinformadores buscan intimidar, pero en cuanto encuentran resistencia se hacen la víctima e intentan girar los papeles entre el abusador y el abusado, como estos personajes que ahora llaman hervías, pero que siempre han sido los chuletes de las escuelas o barrios.

Muchos de estos periodistas fantasma están convencidos de serlo de periodistas, porque durante demasiado tiempo se les ha tratado como tales. El fenómeno del periodismo basura es global, pero en cada país adquiere matices y características diferenciadoras. En España, y en Cataluña, va muy ligado a la derecha ultranacionalista, por lo que ahora sus representantes ponen el grito en el cielo y claman por una libertad de expresión en la que no creen y que, de hecho, sólo está amenazada por ellos mismos . Pero el mal periodismo (que incluye cabeceras plenamente sistémicas y, por tanto, supuestamente respetables) mueve demasiado dinero para dejarse enmendar, y menos si lo dice su odiado Pedro Sánchez.

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