¡Queremos el Pacto por la Lengua ahora!

Cartel en una manifestación en favor del uso del catalán.
05/05/2025
Periodista
3 min

1. En el Raval más aseado, cerca de una librería de visita obligada como es La Central, entro en una pastelería-cafetería para pedir un cortado descafeinado con hielo. He llegado temprano a una reunión que se hará larga y, por si acaso, pido también un croissant pequeño, de los que tienen en el escaparate. Noto que el dependiente me entiende con dificultad. Mejor dicho, no me entiende y trata de atar cabezas por aproximación. Se lo repito todo poco a poco, por esta pedagogía que se columpia entre la buena fe y la tozuda resistencia. Constato que sí, que me da un corte, confío en que sea descafeinado –que ya es mucho confiar– pero el hielo nunca llega. Al mismo tiempo, me sirve un cruasán. De los gordos, de los normales, de los que hacen ilusión. Le digo que le he pedido pequeño. Tampoco me entiende. Le hago el gesto con los dedos, para enseñarle la medida. Le señalo los croissante del mostrador y, entonces sí, me lo cambia, sin disimular su enfado. No por su error, sino por mi intransigencia lingística. "Era con hielo", le digo sin perder la paciencia ni los buenos modales. Se encoge de hombros. No tiene ni idea de qué le estoy pidiendo y, entonces, le señalo la cubitera. Cuando se da cuenta de que hielo es hielo me dice que no tiene, que se les ha terminado. Y le hago una caída de ojos, de las que tantos problemas me han llevado a la vida, y le explico que un cortado caliente no lo quiero para nada, que no me apetece. Y, cuando ya me lo ha servido en la bandeja, me pregunta si quiero o no quiero. Le digo que sí, por no parecer mala persona del todo, le pago los tres euros y medio y me siento en un taburete alto para escaldarme la lengua. Doy un trago y lo dejo. Estoy convencido de que lleva toda la cafeína de Colombia reconcentrada en un vasito de cristal.

2. Detrás de mí, mientras devoro el croissante con las pulsaciones disparadas, entra un matrimonio francés y pide un pastel de aspecto alemán que lleva un nombre inglés. Los despachan sin problemas, pagan, se lo comen en el mostrador y ese día hará un año. No claudicé, pero ni me entendieron ni tomé lo que me apetecía. Los turistas, sí. Y ni siquiera hubo que afanarse en hablar en español. Éste es el pan nuestro de cada día y, en muchas ocasiones, por prisa o por comodidad, envías la militancia a Can Pistraus y acabas pidiendo las cosas en castellano. Ayer Justo Molinero, en una entrevista en el ARA, constataba que "el catalán es demasiado educado y tiene esa manía de cambiar de lengua enseguida". ¿Una manía? Es una forma simpática de decirlo. Esta semana, el también periodista Jordi Robirosa, que a menudo las engaza por el pico grande, dejaba un titular apocalíptico. "En tres o cuatro generaciones, el catalán puede ser una lengua residual". ¿Y cómo pensamos reaccionar?

3. El Pacto Nacional por la Lengua parece haber pasado a mejor vida antes de nacer. En tiempos del gobierno de Aragonès, la consejera Natàlia Garriga había trabajado duro, con discreción y eficacia, para encontrar un redactado de consenso para que todo el mundo se sintiera a gusto. El texto se lo pasaban entre los partidos políticos decentes para hacer enmiendas, para mejorarlo o para podarlo según las manías de cada uno. Pero había un mínimo común denominador por un acuerdo que ahora, con Salvador Illa de president, parece haberse guardado en el cajón. De poco nos sirve crear una consejería de Política Lingüística si una herramienta tan básica como el Pacto Nacional no sale adelante por la politiqueta de chorrito delgado de Gobierno y oposición. Si no se ponen de acuerdo ni en eso, que se vayan a amasar de dos en dos. El día de Sant Jordi, a la hora en que las rosas comienzan a descender de precio y los editores están eufóricos, hubo una manifestación "por la lengua". El escritor Màrius Serra nos arengó a no jugar nunca a la defensiva, sino a ir al ataque sin complejos. "Con naturalidad, con firmeza y con gozo". De forma "resistente, ingeniosa e incansable". ¿Quién se apunta?

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