La realidad política más allá de las declaraciones

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Pere Aragonés en el Parlamento  durante un debate de política de general

Los comuns se posicionaron públicamente como aliados del Govern en la votación de los presupuestos, pero el análisis a fondo de las votaciones en el Parlament esta legislatura que os ofrece el ARA indica que, en la práctica y más allá de las declaraciones de intenciones, ya eran un socio preferente. El ejecutivo de Pere Aragonès ha superado 21 votaciones de decretos y proyectos de ley esta legislatura, y en 17 lo ha hecho con el aval de los comuns –cuatro de las cuales con abstenciones necesarias–, por delante del PSC –13, tres con abstenciones– y la CUP –9–, en tercer lugar.

Mirándolo más allá de las iniciativas de gobierno se puede comprobar que, en el Parlament, los comuns también son los que han coincidido más con ERC y JxCat en las votaciones: han votado lo mismo 550 veces, el 61% del total. Poco detrás están la CUP (58%) y el PSC (54%). La diferencia de porcentajes en el global de votaciones es bastante pequeña porque quede claro que el Govern opta por la geometría variable en las grandes cuestiones, a pesar de lo que se diga públicamente.

Lo que es evidente es que en política las declaraciones públicas no tienen por qué coincidir con la práctica real, como indican estas cifras. La aritmética parlamentaria actual, además de forzar a ERC y Junts a entenderse, los obliga a negociar con otras formaciones si no quieren caer en un inmovilismo que solo puede perjudicar al país. El Govern, en la situación actual de crisis pandémica y económica, con el catalán en retroceso y la amenaza de recentralización por parte de partidos estatales con proyecciones optimistas, no se puede permitir estar parado. Tiene que hacer política.

A esta situación se añade que el ejecutivo, además, está formado por una coalición bastante débil, en la práctica, fundamentada en una relación complicada entre dos fuerzas que compiten entre sí y que a menudo se miran con rencor. ERC y JxCat tienen que encontrar la manera de entenderse y continuar avanzando si pretenden que esta coalición tenga futuro, y de momento es como mínimo discutible que lo estén consiguiendo del todo. A medida que se acercan las elecciones, esta relación se puede hacer todavía más complicada, si no inviable, cuando las dos formaciones busquen diferenciarse de cara a los ciudadanos.

La formación liderada por Jéssica Albiach, y no la CUP, es a estas alturas lo que más se aproxima a un socio preferente para la coalición de ERC y JxCat. Esta situación puede cambiar, a pesar de que es difícil que los anticapitalistas puedan ser el principal puntal del ejecutivo durante lo que queda de legislatura. En todo caso, la política catalana continúa inmersa en una volatilidad que no la ayuda a la hora de construir un futuro a largo plazo, y todavía menos con la perspectiva del posible giro hacia la derecha de la política estatal. Empieza a ser hora de preguntarse si hay muchas formaciones que, más allá de objetivos electorales de cara a la próxima legislatura, tienen una estrategia de país fundamentada en la realidad y pensada con la mirada larga, que es lo que necesita Catalunya de verdad.

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