La recuperación económica se ralentiza

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La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, en el Congreso .

Empiezan a haber voces que hablan ya del fantasma de la recesión por la combinación de los efectos de la guerra, especialmente en los precios de la energía y los alimentos que están llevando la inflación a niveles que hacía décadas que no se veían, y la nueva parálisis del suministro por el atasco de los puertos chinos debido a las fuertes cuarentenas para frenar el covid. Sin embargo, de momento la recesión es solo un temor y todas las previsiones auguran crecimientos importantes de la economía catalana y española de cara a este año y el que viene. Pero es un crecimiento mucho menor del previsto. El frenazo económico es importante y la Generalitat ha rebajado las previsiones de crecimiento de la economía catalana para el 2022 hasta el 4,9% –un punto y medio por debajo de la última previsión, en octubre, que situaba el aumento del PIB en el 6,4%– y del 2,9% para el 2023. Es una previsión que supone un crecimiento del PIB catalán un poco por encima del español según la previsión que ha hecho pública la Moncloa, que lo sitúa en un 4,3%, 2,7 puntos porcentuales menos de lo que estaba previsto inicialmente.

No son buenas noticias, pero tampoco estamos todavía en zona catastrófica. La frenada del crecimiento era esperable teniendo en cuenta las circunstancias mundiales y afectará todas las economías con más o menos intensidad. La suerte es que ya se habían establecido medidas fuertes de inversión pública para salir de la crisis de la pandemia y para hacer frente a la crisis climática y, por lo tanto, esta vez el contexto político es el de una política de estímulos y de ayuda pública en lugar de un estrangulamiento del gasto público como pasó en la anterior crisis del 2008. Hay el peligro, eso sí, de que las inversiones que se tenían que hacer para transformar el modelo económico de cara a asegurar la transición energética se destinen ahora a otras necesidades. Habrá que estar alerta, pero sin duda las inversiones de los Next Generation tendrían que servir para cumplir los objetivos previstos y a la vez permitir atenuar los efectos de esta nueva crisis provocada por la guerra, porque obligará a acelerar las inversiones en energías renovables, fomentará la autosuficiencia energética y también puede ser un estímulo para buscar nuevas formas de consumo y de producción de alimentos menos dependientes del exterior.

A pesar de que es arriesgado asegurar que no habrá rebrotes importantes, la situación actual de la pandemia –con contagios, pero pocos ingresos hospitalarios y una situación de seminormalidad que ha permitido recuperar la movilidad y las actividades de ocio– también ha impulsado el turismo y, por lo tanto, un sector importantísimo de la economía catalana y española que puede ayudar a parar el golpe. Si se mira en relación con lo que ha pasado estos últimos años de pandemia, la situación que describen los indicadores es mucho mejor, lógicamente, pero esta nueva situación comportará que no se pueda llegar a los niveles del 2019 hasta como mínimo el 2023, a pesar de que inicialmente estaba previsto llegar este mismo año. Habrá que estar atentos a lo que pase ahora porque las previsiones podrían volver a cambiar, y seguramente a la baja, si la situación se complica todavía más en el escenario internacional. Son tiempos inciertos y habrá que evaluar bien todos los riesgos para que no haya nuevos sustos a finales de año.

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