Me miro, estos días, muchos vídeos (no sé si todavía se llaman así, de las grabaciones que se hace a través de YouTube) de gente que, desde su casa, cuenta cosas de la reina de España y este amante de que ha publicado un mensaje comprometedor a X. En estos vídeos, la persona que explica se dirige a “nosotros”. Nos promete que nos lo explicará todo.
No encuentro ninguna diferencia entre estos trovadores contemporáneos y los trovadores de antes. Los de ahora, como de los de antes, procuran sobre todo hacer un tono. El tono debe ser convencido, segurísimo, muy cercano. “Yo quiero informaros”, dicen. "No se ha dicho, pero yo se lo digo". Sólo así apagan la sombra de duda de quien escucha. Una de estas trovadores, por ejemplo, he visto que decía: “Yo no sé escribir, pero sé comunicar. Y es por eso que hablaré del libro de Jaime Peñafiel, que escribe muy bien pero no sabe comunicar como yo”. Para ella, "escribir muy bien" es simplemente hacer frases con concordancia, que ya le parece un trabajo. Y como hablamos de un libro, será verdad lo que contiene. Por tanto, ella, que se ha tomado “la molestia de leerlo”, nos lo resume.
El tema también es el mismo que antes. Dioses con pasiones humanas. Antes, por ejemplo, en elOdisea, poema que atribuimos a Homer y que entendemos que se recitaba ante el público, la diosa Afrodita se casa, por orden de Zeus, con Hefesto, que es un dios feo y cojo. Ella le es infiel con Hermes y también con Ares, de quien tiene un hijo, Eros. Ahora, la reina Letizia se casa con Felipe VI, que quizá se asemeja a Hefesto, y ella le es infiel –según la narración– con un excuñado, Jaime del Burgo, que la traiciona explicándolo. Estamos allí donde estábamos. El mito de “los ricos también lloran” es nuestro maximísimo consuelo.
Ah. Y, antes, el trovador pasaba el sombrero. Ahora, el trovador, mientras narra, va agradeciendo los bizumas que le llegan.