Las repeticiones electorales las carga el diablo

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El Patio de los Naranjos en el Palau de la Generalitat en una imagen de 2018.

Me estremece oír hablar de una repetición electoral para el Parlament de Catalunya y de otra para las Cortes Generales. Me parece suicida. Hace doce años no existían precedentes de adelantos significativos ni de repeticiones electorales. Ahora, para las Cortes Generales, ha habido dos repeticiones electorales y varios adelantamientos. Para el Parlament de Catalunya tenemos varios anticipos electorales. En líneas generales, podemos afirmar que la multiplicación de elecciones favorece que emerjan nuevos partidos o fuerzas políticas porque abarata el coste de intentar el éxito. Así hemos visto cómo Podemos, Ciudadanos y Vox han podido entrar en el Congreso de los Diputados con grupos grandes partiendo de la nada. Lo mismo ha ocurrido en el Parlament de Catalunya, pero con menos radicalidad. Si favorece la entrada de nuevos protagonistas, también favorece el encogimiento o la desaparición rápida de otros protagonistas, o de los mismos al cabo de pocas elecciones. Podemos entró con gran fuerza –69 diputados– en 2015 y ya se ha reducido a 4. Ciudadanos entró con 40 diputados en el mismo 2015, en abril del 2019 logró 57, en noviembre del mismo año quedaba reducido a 10, y ahora a 0. En el Parlament, Ciudadanos también ha pasado de 9 a 36 en 2017, a 6 en 2021, y ahora a 0. Aliança Catalana acaba de sacar 2, y una repetición electoral podría darle un éxito que alteraría todos los cálculos del resto de partidos. Los políticos especulan qué pueden obtener avanzando o repitiendo elecciones, y no se dan cuenta de que los votantes pueden ser más listos y especular aún más y mejor, y a menudo en contra de los que han soñado con grandes resultados.

Recordemos brevemente que en diciembre del 2015, en el Congreso, el PP se derrumbó y perdió un tercio de sus diputados y dejó la puerta abierta a unos Ciudadanos fuertes. El PSOE cayó hasta 90 en provecho de Podemos (69). Hubiera sido más fácil hacer una mayoría como la actual, pero el cordón sanitario contra los antiguos de CiU (Democràcia i Llibertat) y contra ERC llevó al PSOE a preferir la repetición electoral, que permitió una recuperación del PP, pérdidas del PSOE y un nuevo bloqueo que se resolvió a favor del PP gracias a la abstención del PSOE –la que llevó a la dimisión de Pedro Sánchez de la secretaría general–. Recordemos que en junio de 2018 se pudo formar una mayoría alternativa gracias a la disponibilidad de Pedro Sánchez en aceptar los votos de todas las minorías nacionales. Pero en febrero del 2019 el propio Pedro Sánchez aprovechó la excusa de la negativa de ERC a apoyar unos muy buenos presupuestos para convocar elecciones y quitarse de encima a Podemos y ERC. La negativa de ERC, que podía lucir una enorme influencia política cuando sus dirigentes estaban en prisión y estaban siendo juzgada en el Tribunal Supremo, podía haberle salido muy cara. De hecho, el resultado fue que Ciudadanos y el PSOE podían formar gobierno solos. Lo habían intentado en invierno del 2016, sin éxito. Parecía que había llegado el momento de la coalición PSOE-Ciudadanos, que habría sido catastrófica para Catalunya. No se produjo el desastre por la ceguera y la ambición de Albert Rivera, que prefirió forzar nuevas elecciones para superar al PP y se quedó solo con 10 escaños. Sánchez tuvo que recular, hacer gobierno con Podemos y buscar el apoyo puntual de las minorías nacionales. Sánchez ha salido adelante por los pelos, con el adelanto electoral de julio del 2023, pero si fuerza otro lo más probable es que salga perdiendo.

En Catalunya, el adelanto electoral de Artur Mas en noviembre del 2012 para aspirar a una mayoría absoluta acabó con la pérdida de 12 escaños, que pasaron a ERC, justo lo contrario de lo que pretendía. El último adelanto electoral, decidido por el president Pere Aragonès, ha sido catastrófico y lo ha forzado a dar un paso atrás en su carrera política.

En cada convocatoria electoral la disponibilidad de los electores a expresar su opinión suele desbordar completamente las expectativas de quienes están mandando o tienen posiciones decisivas, aunque sea desde fuera de la mayoría de gobierno. La ciudadanía va a la suyo y expresa su soberanía retirando la confianza a quienes la piden y creen ser sus acreedores y dándola a nuevas fuerzas o a fuerzas emergentes, que quizás no están lo suficientemente preparadas pero expresan mejor sus deseos. Recordemos la aparición de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona en mayo de 2015, que ganó por la mínima partiendo de cero y logró convertirse en alcaldesa.

Las repeticiones y los adelantamientos electorales los carga el diablo, como suele decirse hablando de los referéndums. La ciudadanía se enfada cuando los políticos no están dispuestos a jugar con las cartas que han recibido, como si no fueran lo suficientemente buenas o como si los políticos los culpabilizaran de no haber votado bien. Me maravilla que políticos bien formados no se den cuenta de ello y vayan tropezando con la misma piedra.

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