La resaca catalana

Míriam Nogueras y Gabriel Rufián saliendo del hemiciclo del Congreso el 23 de abril de 2024
30/12/2025
4 min

Qué lejos este cambio de año de la fiebre del 2017, cuando Catalunya vivía uno de esos raros momentos en los que puede parecer –y cuando incluso algunos llegan a creérselo– que todo es posible, aunque en el fondo todo el mundo sabe que no lo será. Como ocurre en estos casos en que los relatos transitan por encima de la realidad, cuando el bajón llega se produce un repliegue, fruto de ver emerger una evidencia que parecía susceptible de ser superada pero que está lejos de serlo. Inmediatamente viene la vuelta a la discreción, la frustración de verificar que se habían creado unas expectativas que no estaban al alcance. La sociedad catalana está ahora en fase de tener los pies en el suelo. Más que por desencanto, por la constatación de cierta ingenuidad.

Aquel octubre parece como si estuviera muy lejos. ¿Dónde estamos? En una fase de estabilidad sin atributos precisos. El presidente Isla ha aparecido como la persona adecuada en la hora de la contención: un estilo sin estridencias, que evita la confrontación y que comanda, con voz pausada y mirada contenida, una gobernanza que canoniza el perfil bajo, mientras los demás alargan la elaboración de la resaca.

Sin conflicto, el PP tiene poco protagonismo: su realidad marginal en Catalunya solo le permite aflorar en momentos de ruido para hacer de testigo de la España desafiada. En la línea de las derechas europeas, busca en la demonización de la inmigración un espacio para notarse y competir con Vox y Aliança Catalana. Albiol ha demostrado en Badalona la idea que tienen del respeto a la condición humana desde el simplismo del nosotros y los demás, que tanto daño ha hecho a la humanidad.

Junts, que pretendía desempeñar un papel central en la sociedad catalana durante el episodio del 2017, vive ahora sin acabar de encontrar la forma de estabilizarse como derecha catalana en esta nueva etapa. La imagen de Puigdemont en la distancia –alargando la fabulación del exilio– lo dice todo: Junts no bajará a la realidad hasta que el expresidente vuelva y deje paso para que la derecha catalana reanude camino. Viven pegados al icono de un momento que ya es sólo memoria. Con afán de hacerse ver, dan de vez en cuando golpes de efecto en el Parlamento español para que no nos olvidemos de ellos, pero sin tener una hoja de ruta definida.

ERC es la que más se parece a sí misma, con Junqueras y Rufián como referentes con autoridad, que pueden servir para dar calma pero al mismo tiempo transmiten una manifiesta dificultad de renovación. Es innegable que la destreza de sus dos líderes hace que se mantengan en las combinaciones necesarias de cada momento, sin estridencias.

Comunes y compañía están cada vez más desaparecidos y traen aquí la misma pregunta que todas las izquierdas de la izquierda en Europa: ¿cómo encontrar espacio en un momento en que las izquierdas se apagan, en el que los socialistas cada vez tienen más dificultades para marcar un perfil ideológico potente y en el que lo que hay a su lado se pierde en pequeños liderazgos?

Como en toda Europa, aquí son ahora las extremas derechas las que están consiguiendo rebrotar con su furor reaccionario, presentando la democracia como la causa del malestar de los ciudadanos. Los partidos tradicionales, a derecha e izquierda, demasiado marchitos, cada vez tienen más dificultad para combatirlos.

Dicho de otro modo, Catalunya inaugura año con un panorama bastante parecido al del resto de Europa, pero con un perfil de contención, como si nadie acabara de encontrar el punto exacto que pide el momento. ¿Qué gestará esta fase cuando se dispare algún factor de reanimación? Ésta es la cuestión. A veces parece como si la agenda de los partidos estuviera más marcada por lo que hacen en Madrid que por lo que hacen aquí. Sobre todo desde que Junts utiliza el Parlamento español para dar señales de anticipación de un cambio estratégico y coquetea con la derecha española como si quisiera reafirmar sus genes conservadores, especialmente en materia económica. Juntos está en una fase de ensayo de guión: marcando un perfil que, teniendo sustrato suficiente, resulta a veces contradictorio en el intento de conjugar la derechización con el programa nacionalista, ahora mismo en segundo plano. El PSC ha hecho del pragmatismo virtud y le evaluará la gestión, que siempre es un riesgo. Y más en tiempo de desconcierto.

¿Quién romperá este techo de perfil contenido que predomina ahora mismo? Isla tiene la gestión como capital principal para seguir marcando presencia, pero parece que la izquierda, en un momento en el que la derecha en vías de radicalización marca el paso en toda Europa, debería aportar algo más. Juntos, por otra parte, necesita completar el ciclo Puigdemont, liberarse y ver cómo podrían volver a ocupar el espacio que les hizo referenciales, a menos que se contenten con entrar en el giro de radicalización ideológica de las derechas europeas. Es la sórdida crónica de un año en el que todavía pesa la resaca de un episodio que ha dejado lastre y que ahora parece como si quisiera olvidarse.

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