Robar a los muertos

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Koldo García después de declarar ante la Audiencia Nacional.

Nada más despreciable en política que la corrupción. Da asco. Un político debe ser, ante todo, un servidor público. Al igual que un médico siente la vocación de salvar vidas y curar a personas; o un arquitecto la llamada interior de construir espacios y lugares donde las personas vivan mejor; o un escritor cuyo afán por recrear realidades y ficciones para el entretenimiento o difusión de ideas entre sus congéneres, el político, supuestamente, debería responder a una vocación: dedicar su vida y energía a que la nación en la que vive sea más próspera, más igualitaria, más justa. Que nuestros hijos reciban de nuestras manos un país mejor que el que nuestros padres nos legaron.

Naturalmente que no puede generalizarse. Y que hay de todo. Hay políticos con vocación y honrados, y algunos son lo contrario. Pero utilizar el poder público otorgado mediante los votos para enriquecer bolsillos propios o de los más cercanos es la mayor de las perversiones e inmoralidades.

Leo con estupor en las últimas semanas los millones de euros facturados, y ganados, a base de obtener contratos para intermediar mascarillas, sin valor añadido alguno, entre fabricantes asiáticos y la administración pública española. Un ciudadano español, de salario medio, necesitaría veinte años de duro trabajo para ingresar lo que ciertas personas ganaron en apenas una o dos intermediaciones y contratos que nunca habrían obtenido sin corrupción.

No basta con ello, las investigaciones apuntan, además, a que después se defraudaba al fisco buena parte de lo facturado a través del tráfico de influencias. Primero roban y, después, defraudan. Fantástico.

Si en circunstancias normales esto es deplorable y repugnante, enriquecerse a través de material sanitario en un momento en que, literalmente, morían personas a espuertas, y convertir la desgracia ajena en oportunidad propia mediante conductas ilícitas es lo más inmoral, depravado , sucio y punible que se pueda imaginar.

No puedo dejar de pensar en aquellos muertos que pagaron sus máscaras más caras para que el novio de Ayuso y Koldo con sus cofrades, así como otros casos descubiertos, pudieran hacerse ricos de la noche a la mañana.

Robaron a los muertos.

Ojalá, de confirmarse todo esto judicialmente, se haga justicia y cumplan condenas completas, en las que se apliquen todos estos agravantes.

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