Un salario mínimo digno para todo el mundo

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El salario mínimo actual está por debajo del umbral de pobreza

La decisión del gobierno español de situar el salario mínimo interprofesional (SMI) en los 1.000 euros brutos mensuales (con 14 pagas) supone un hito que era impensable hace solo unos años. Así, se ha pasado de un SMI de 736 euros en 2018, a 900 en 2019, 950 en 2020, 965 en 2021 y finalmente los 1.000 que se aplicarán de manera retroactiva con fecha 1 de enero de este año. En total, supone una subida del 35% en 3 años, con el horizonte de que al final de la legislatura suponga el 60% del salario medio, cosa que según los cálculos del gobierno implicará subirlo todavía en una horquilla de entre 12 y 47 euros más al mes. Este fue el compromiso del pacto de gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos.

Sin duda la subida del SMI era una reivindicación histórica de los sindicatos, pero había un fuerte debate teórico entre los economistas sobre cuál sería su impacto real en la economía. Básicamente, había quién pensaba que sería un freno para la contratación y la competitividad, y los que, al contrario, consideraban que subir los sueldos reforzaría el consumo y provocaría un círculo virtuoso en la economía.

Finalmente, no se han cumplido los malos augurios de, por ejemplo, el mismo Banco de España, puesto que ahora mismo hay más gente cotizando que nunca en la historia (casi 20 millones) y no se ha producido ningún electrochoque que, al menos de manera evidente, haya frenado ni la creación de empresas ni la competitividad. Es cierto que haría falta un análisis detallado por sectores para ver el impacto, pero también es cierto que esta medida ha mejorado de forma significativa los sueldos de los sectores laborales más vulnerables y castigados por la precariedad, como son los jóvenes y las mujeres. Así pues, hay motivos para pensar que los efectos están siendo más positivos que negativos.

En el caso de Catalunya, además, donde el coste de la vida es bastante más alto que en muchas zonas del Estado, se hace difícil pensar en una vida digna con un sueldo de menos de 1.000 euros por un trabajo de 40 horas semanales. La subida del SMI era, por lo tanto, especialmente urgente en Catalunya, donde los sindicatos hacía al menos una década que ya habían situado el hito de los 1.000 euros como objetivo.

Tampoco se puede olvidar que esta medida llega en un momento especialmente oportuno para la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que la semana pasada tuvo que pasar por el trance de ver cómo su reforma laboral, pactada con sindicatos y patronal, se aprobaba de rebote gracias al error de un diputado del PP. Esta vez ha metido la directa y ha decidido prescindir del consenso de la CEOE, que ya se opuso a la última subida del SMI y que políticamente ha sido muy criticada por el PP y Vox cada vez que ha llegado a acuerdos con Díaz. La ministra ahora puede pasar página definitivamente de un episodio que podría haber cuestionado seriamente su carrera política como futura candidata de una plataforma a la izquierda del PSOE.

En definitiva, la subida del SMI es una buena noticia que puede ayudar a crear una economía en la que tener un trabajo sea sinónimo de recibir un salario digno.

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