Hacer un santo Tomás

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Carles Puigdemont y Pedro Sánchez

Por último, Pedro Sánchez habrá logrado mantener la presidencia del gobierno español gracias, sobre todo, a los pactos con ERC y Junts. Que el acuerdo con ERC fuera más previsible tras el apoyo que le dio en la anterior legislatura no lo hace menos valioso desde una perspectiva pragmática. Pero es cierto que lo que se ha llevado la atención es lo conseguido por Junts. En este caso, el interés era saber hasta dónde se movería Junts y hasta dónde lo haría el PSOE. Y si desde el “pagar por adelantado” al cobrar con un “pagaré” va un trecho, del “encarcelar al fugado” a reconocer al presidente Carles Puigdemont como interlocutor y, amnistía aparte, aceptar una retórica de reconocimiento del conflicto político, todavía va más.

Ahora bien, sin tener que caer en una lectura cínica de la política que reduzca los pactos a una suma de traiciones para mantenerse vivos unos y otros, sí me parece más que justificado adoptar una actitud escéptica. Es lo de hacer un santo Tomás: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y no meto la mano a su lado, no lo creeré” (Jo. 20, 25). Y esto vale tanto para el traspaso de las Cercanías de Renfe como para el largo e incierto recorrido de la ley de amnistía o el nombramiento de unos verificadores internacionales del futuro proceso negociador. La retórica del texto del acuerdo con Junts suena bien: la contextualización en un marco de unos antecedentes históricos, la explicitación de los desacuerdos entre las partes, la mención a un reconocimiento de la nación, las referencias a la financiación o al lawfare, entre otros. Pero más allá de la declaración de intenciones, ahora habrá que ver los hechos. ley de amnistía que en España ha puesto en guardia prácticamente a todos los aparatos del estado. De las fuerzas de seguridad a los jueces, de la patronal a los medios de comunicación y, obviamente, a los partidos de la oposición. El espantajo del “España rota” vuelve a ser una imagen que se creen más allá que aquí, como ya ocurrió el Primero de Octubre del 2017. De modo que no se puede menospreciar la fuerza que estos aparatos ejercerán sobre el PSOE para detenerlo en los sus compromisos, para resquebrajarlo internamente e impedir que pueda gobernar. A favor de la resistencia del PSOE sólo existe el hecho de que si perdiera el gobierno de España, el partido entraría en un declive de dimensiones desconocidas, avanzado por la pérdida de gobiernos autonómicos en julio pasado y de grandes capitales en las municipales.- _BK_COD_ En relación con las consecuencias de los pactos de ERC y Junts para la investidura de Pedro Sánchez en Catalunya, la situación es paradójica y paralizadora. Por un lado, ERC y Junts se han aproximado a la hora de compartir una estrategia política, entrando en un proceso de negociación cargado de ambigüedades entre un pragmatismo autonómico y una retórica soberanista. Pero, por haber negociado por separado y competir por ver quién ganaba el relato de ser la fuerza más decisiva, el pacto de investidura les ha vuelto a enfrentar profundizando aún más en la división que ya arrastraban.

"Vengo a proponer que demos a España otros cuatro años de estabilidad", dijo ayer Sánchez. Y ya se sabe que de lo que más se presume, suele ser de lo que más se carece. Sí, Sánchez necesitará estabilidad para gobernar, pero no le bastará con una mayoría parlamentaria en las Cortes —que no en el Senado—, sino que tendrá trabajo en rehacer los lazos con el resto de actores sociales y reconducir su relación con el sistema judicial. Y no es difícil imaginar que, si alguien tiene que pagar el precio, serán los acuerdos con la Catalunya soberanista.

También es previsible que, si los acuerdos con ERC y Junts se atascan y no dan los resultados esperados , los dos partidos independentistas paguen las consecuencias en los próximos ciclos electorales, tanto en Europa como sobre todo en Cataluña. Si, por el contrario, la ley de amnistía produce los resultados previstos, entonces todo se hace absolutamente abierto. Unas elecciones catalanas con Junqueras, Puigdemont e Isla de cabezas de cartel, quizás con alguna nueva organización independentista, dibujarían un escenario del todo insólito ocho años después del referéndum del 2017.

Recuerdo aquella metáfora que sentí de Joan Francesc Mira cuando comparaba el arte de la política con el de la navegación a vela: cuando el viento no es favorable, hay que avanzar haciendo zigzags. Ojalá los zigzags a los que asistimos nos acerquen a buen puerto.

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