El secuestro populista del estado del bienestar

El equipo de médicos de urgencias accediendo al área de semicríticos del Sant Pau.
26/08/2025
3 min

El secuestro populista, según ChatGPT, consiste en apropiarse de las políticas sociales y condicionarlas a criterios partidistas o clientelares. El populismo de izquierdas promete ampliar el estado del bienestar con un discurso fuertemente redistributivo que puede chocar con la sostenibilidad fiscal, y el populismo de derechas defiende prestaciones sociales pero "sólo para los de casa", y excluye a los inmigrantes oa las minorías. Ambos casos conllevan un gran riesgo: el estado del bienestar puede dejar de ser universal y se convierte en una herramienta de polarización política en vez de ser un instrumento de cohesión social.

Ponemos un ejemplo real, que vemos que ya ha salido a la luz en Reino Unido y Portugal, y del que aquí ya se empieza a hablar: la quiebra de los sistemas nacional de salud y las dificultades estructurales y funcionales para garantizar una atención sanitaria universal, equitativa y sostenible. El envejecimiento de la población y la falta de financiación suficiente para atender a las nuevas y crecientes necesidades de la población son una realidad, y los síntomas visibles de la quiebra son listas de espera excesivas, sobrecargas de trabajo, dificultades para retener talento, desconfianza de la población. Todo ello genera desigualdades y desequilibrios territoriales que conducen a una privatización encubierta.

Sólo hace 40 años que se aprobó la ley general de sanidad, conocida como ley Ernest Lluch, que apostaba por dotarnos de un Sistema Nacional de Salud de todos (financiado por impuestos) y para todos (de acceso universal). Parecen muchos años, pero no son tantos, y quienes hemos vivido la Transición sabemos lo que nos jugamos si lo ponemos en riesgo.

Y esto se debe compartir y hacer llegar a la población, no desde el populismo ni el proteccionismo infantil, sino explicando la realidad y pidiendo corresponsabilidad en la toma de decisiones. Y no se hace.

La actual amenaza es de sostenibilidad, de falta de recursos públicos que compiten por atender a los servicios públicos. Pero también de discursos provocadores y populistas que a medida que se incorporan hacen que los gobiernos cuestionen y recorten el acceso universal a los servicios de un estado del bienestar.

La sostenibilidad seguro que implica realizar cambios estructurales y reformas que nos permitan hacer más y mejor con lo que tenemos, pero con esto no es suficiente. Es necesaria corresponsabilidad en la toma de decisiones, apostar por un nuevo contrato social en el que gobierno, mundo local, sindicatos, patronales, profesionales y ciudadanos seamos corresponsables en el reparto adecuado y equilibrado de los recursos escasos. ¿Dónde los destinamos? A generar expectativas y ganar votos, mejorar condiciones laborales, mejorar accesibilidad y listas de espera, atender necesidades emergentes no cubiertas, inversiones en equipamientos e infraestructuras, investigación e innovación. Y al mismo tiempo exigir rigor, transparencia y responsabilidades en el gobierno y la gestión de los servicios públicos.

Esta realidad no liga con los debates parlamentarios sobre los sistemas de salud; no se quiere hablar de riesgo de quiebra del sistema de salud porque esto exige tomar decisiones que no dan votos. Seguimos hablando de construir nuevos hospitales y dispositivos cuando existen necesidades sanitarias y sociales, comunitarias y emergentes no atendidas. Seguimos cuestionando el modelo de la concertación confundiendo a la población para que crea que concertar es privatizar la sanidad cuando es un modelo de gestión de servicios públicos que permite sumar recursos, profesionales y conocimiento a través de una red territorial de proximidad y excelencia para todos.

Quizás es el momento de evolucionar de un estado del bienestar (garante del bienestar de las personas) a una sociedad del bienestar (responsabilidad compartida) con la participación y compromiso de toda la sociedad, construyendo un entorno donde las personas puedan vivir con dignidad, donde generar empleo digno sea una de las prioridades de las políticas sociales, con un tejido social.

Los retos de futuro exigen corresponsabilidad, y las transformaciones necesarias requieren estabilidad de estrategias y valores. No podemos dejarlo sólo en manos de los gobiernos con ciclos electorales cortoplacistas. La realidad unifica, los partidismos separan. Desde una gobernanza pública de calidad que garantice la protección universal, es necesario recuperar el valor de la sociedad civil robusta y comprometida para preservar lo que tenemos. No podemos dejar que el populismo secuestre la pervivencia de un sistema de salud de todos y todos.

stats