Dos semanas tristes pero esclarecedoras

Las dos primeras semanas de noviembre las recordaremos durante mucho tiempo con tristeza, solidaridad y preocupaciones para el futuro. Han tenido lugar las elecciones en EE.UU. y las catástrofes vividas en Valencia, y también en Catalunya y Andalucía. Durante los próximos meses, y quizás años, seguiremos hablando de ello. Ahora quiero comentar solo dos preocupaciones concretas que afectan a la democracia, la política y la sostenibilidad, porque demuestran la necesidad de revisar la organización de nuestras sociedades futuras. Sé que hay muchos más aspectos que deben preocuparnos, pero me centro en dos que veo urgentes.

1. Trump, Musk y la sostenibilidad social. No sé si somos lo suficientemente conscientes de que en los próximos años el hombre más rico del mundo tomará decisiones desde el gobierno del país más poderoso del mundo. Elon Musk ha apoyado personalmente la candidatura de Donald Trump, y le ha aportado (de forma abierta) 120 millones de dólares y otras muchas cosas que no sabemos. Trump le da ahora un puesto clave en su nuevo gobierno, creando una comisión que le permitirá orientar decisiones en relación a la economía y la política estadounidenses y en muchos aspectos de sus relaciones políticas y económicas internacionales.

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Cabe recordar que Musk, entre otras cosas, tiene una posición muy importante en la industria de los coches eléctricos y autónomos (Tesla), en la de las redes de satélites (SpaceX) y también en la de las redes sociales (X, el antiguo Twitter). Por lo tanto, el conocido y exagerado poder político de tipo liberal y autoritario de Trump combinado con el poder económico en sectores relacionados con la tecnología y la distribución de la información de Musk pueden ser elementos muy decisivos en la orientación de la etapa geopolítica que viene. Si añadimos el crecimiento chino, basado en un gran desarrollo tecnológico y en una continuidad del autoritarismo, escondido bajo una falsa democracia, todo ello hace pensar en nuevos y probables enfrentamientos en los próximos años. No es de extrañar que crezca la preocupación por cómo podríamos evitarlo, y por cómo debemos trabajar por la sostenibilidad de la democracia y por la reducción de las desigualdades entre personas y pueblos. La etapa histórica de la segunda parte del siglo XX ha terminado y si no pensamos las cosas podemos volver cien años atrás, pero con nuevos actores y con nuevas herramientas tecnológicas que pueden hacer mucho daño al rigor y a la distribución de la información, y por tanto a la democracia y a la convivencia.

2. La DANA y la sostenibilidad ecológica. La llegada a la península Ibérica de la DANA y el nivel de las desgracias que ha provocado en varios puntos de la costa mediterránea han supuesto un fuerte golpe para una mayoría de nuestra población. Esta vez ha tenido una dimensión emocional y tristeza que ha desembocado en un gran movimiento de solidaridad, no solo la solidaridad obligatoria de los gobiernos, sino también entre la ciudadanía. Dejo a un lado discusiones intolerables de carácter político para centrarme en un aspecto que considero que deberíamos saber aprovechar para convertir en positiva una pequeña parte de la desgracia que vivimos.

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En primer lugar, debemos ser muy exigentes desacreditando y combatiendo a fondo las posiciones ideológicas, negacionistas y políticas de grupos de extrema derecha que se oponen a la necesidad de cambiar nuestras costumbres para mantener la sostenibilidad planetaria. Las inesperadas consecuencias de lo que ha pasado han hecho crecer mucho la toma de conciencia en las personas de los peligros que supone para nosotros la continuidad del cambio climático a consecuencia del calentamiento del planeta. Aprovechemos que ahora hay mayor conciencia para aumentar el apoyo a las políticas ecológicas.

No solo tenemso que hacer esfuerzos para reducir el consumo de energías de origen fósil, para reducir el consumo de recursos naturales escasos o que vemos agotarse, para disminuir la generación de residuos no reciclables, e incluso para controlar el crecimiento de la población. Ahora hace falta añadir una cuestión que está quedando clara: las personas estamos ocupando (para vivir, para trabajar y para actividades de ocio) espacios del planeta que ahora tenemos la seguridad de que serán cada vez más peligrosos. Esto requerirá una revisión importante de decisiones urbanísticas, con la posible anulación de espacios actualmente ocupados, con una nueva planificación del papel del agua y su actualización, y con medidas protectoras de construcciones ya existentes. Por otro lado, debemos aumentar las políticas de prevención y de seguridad por parte de los gobiernos de los diferentes niveles, y ayudar a hacer crecer la responsabilidad personal en todo tipo de actividades, pidiendo también un apoyo a las políticas públicas.

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No debe extrañarnos de que impere la preocupación, ya que a los dos hechos que he mencionado se está añadiendo estos días la reunión de la COP29, que no parece que vaya en la buena dirección de cara a plantear soluciones y decidir acuerdos, tanto políticos como de financiación, para hacer frente a estos problemas. Hagamos que lo que hemos visto y sufrido nos aclare la necesidad de actuar urgentemente.