Una persona cargando el lavavajillas en una imagen de archivo.
12/08/2025
2 min

La señora Pi es ecologista. Dejó de utilizar la cafetera de cápsulas por el bien del planeta, compra jabón de la ropa en pastilla para evitar el gasto de agua e intenta que los hijos se laven la cabeza con un jabón ecológico que compra en una tienda a granel. Los hijos le dicen que eso en la cabeza no se lo ponen. Ella planifica estrategias. Les toma las botellas medio llenas y las esconde. "¡Ya no verá la botella medio llena!", se ríe diabólica por dentro. No utiliza desodorante de spray, le gusta más el de bolita, aunque no está segura de cuál deja más impronta de carbono y eso la hace sufrir.

Pero hay un día concreto del verano que el planeta le da igual. Hoy. Hoy abre la puerta de la máquina de los platos y la carga, de esma. A continuación abre el cajón de los productos de limpieza (con los cinco cubos para reciclar la basura) y mete la mano, también de esma, dentro de la bolsa de las cápsulas individuales, ecológicas, de jabón. Como el año pasado –ya no se acordaba– la retira con asco. Por el calor, las cápsulas se han enganchado entre ellas, y algunas se han reventado y son, ahora, como medusas muertas. Saca los dedos llenos de pasta amarilla. Imposible tomar una cápsula entera sin reventar tres. Se lava la mano, llena de limpiador respetuoso con el medio ambiente, y busca, en el mismo cajón, si quedan de las otras, de las que son duras, azules y nada ecológicas. Allí la tiene, intacta, trapezoidal, con un prometedor corazón de color rojo en medio, que a la fuerza debe ser un agente limpiador de los que matan a los peces.

Alabado sea Dios, se dice. Deposita la cápsula azul en el compartimento, cierra la puerta del lavavajillas de un revuelo y pone –eso sí– el programa "Eco" (que es más largo pero gasta menos agua). En invierno, con el frío, cuando las cápsulas ecológicas no se peguen unas con otras, volverá a ser una persona concienciada con el planeta.

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