Una película que empieza con una secuencia en lo más alto, que no tienes tiempo de digerirla que ya estás bajando por otra montaña rusa, la primera de las muchas que vendrán, con unos diálogos metronómicos, que llegan a ser tan irónicos pero tan lógicos, que parece un concurso para ver quién es capaz de llevar el conflicto más lejos.
Te estás dando un hartón de risa y sientes cómo ríen en la fila trasera y en la butaca de al lado, pero en cada momento hay una frase o un estado de ánimo de los protagonistas que te interpela personalmente, con las tuyas herencias familiares y tus contradicciones del presente, y no debes ser lo único que le pasa, porque llega un momento en que los espectadores ya ni se mueven, con los ojos clavados en la pantalla. Hemos reído y, al mismo tiempo, salimos del cine con las brasas revueltas de nuestro incendio interior. La película se llama Casa en llamas, lo ha dirigido Dani de la Orden y lo ha escrito Eduard Sola.
El trabajo de los actores es finísimo, en especial el de dos actricuas que mandan, Emma Vilarasau y Clara Segura, con unos espléndidos Enric Auquer, Maria Rodríguez Soto, Alberto San Juan, José Pérez Ocaña y Macarena García, que logran convertir a los personajes en personas que todos hemos conocido alguna vez si es que no somos nosotros mismos.
El tema es universal, situado en la galaxia pija barcelonesa venida a menos pero que todavíacostabravea. El talento audiovisual y actoral catalán es interminable, pero con el cine todavía tropezamos. Por eso, a todos los que han hecho Casa en llamas, felicitaciones y agradecimientos; y ustedes, no se la pierdan.