Tiempo de halcones
La partida del nuevo orden mundial está ganando los halcones, los del Viejo Testamento con su ojo por ojo, los de hacer la vida imposible (más aún, los de hacerte la vida imposible) los de la deshumanización, el odio y la división. Basta oír con qué tono y con qué vocabulario ha hablado el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, a sus generales.
De acuerdo que los más fuertes han dominado siempre. La razón de la fuerza es tan vieja como la propia humanidad, pero a base de siglos, de revuelta contra el poder absoluto, de campos de exterminio y bombas atómicas, el pensamiento ilustrado ha ido dotando al mundo de la fuerza de la razón que ha logrado actuar de contrapeso y de conciencia para templar las pulsiones más agresivas. Hemos formulado aspiraciones que nos honran: "Todos los hombres han sido creados iguales", el derecho "a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad", "Libertad, igualdad, fraternidad", "El reconocimiento de la dignidad inherente de todos los miembros de la familia humana es el fundamento de la libertad, la justicia y la paz en el mundo..." ingenuidad, hoy. De hecho, los halcones quieren que suenen como una ingenuidad, una debilidad, un lujo que no podemos permitirnos. Pero no lo son y, de hecho, estas ideas son las únicas que pueden evitar volver a vivir en la paz de los cementerios. No hace mucho, Aznar decía que "si Israel pierde lo que está haciendo, Occidente quedaría al borde de una derrota total". Más bien, la derrota total ha comenzado cuando Occidente se ha negado a practicar las ideas de progreso que él mismo ha creado y en las que ha sustentado edificios frágiles pero acogedores para todos como la democracia.
