Tinder y la celestina

Júlia Ponsa nos explica al ARA que Tinder, la aplicación para encontrar pareja, va de baja. De hecho, hace días que por la radio oigo un anuncio de una "agencia matrimonial", Samsara, que te pregunta si estás harto de citas como las que decimos, pero eso sí, te habla de la palabra mágica: match. En el artículo, la periodista nos habla de una película,Materialistas, que protagoniza unamatchmaker. Es decir, lo que en lengua castellana y, por extensión, catalana, se llama gracias a la novela una celestina. La que cobra por hacer parejas convenientes. Hoy, el título de la obra que hemos estudiado todos en clase ya no es La Celestina, sino La Matchmaker. El subtítulo, claro, tampoco debería ser Tragicomedia de Calisto y Melibea, porque la tragicomedia, hoy, no se lleva. Hoy se lleva la dramedia.

Cuando explicas a los jóvenes que el método para hacer relaciones de los ancianos de la tribu era preguntar "¿Estudias o trabajas?", hacen unos ojos como unas naranjas. Quiero decir cómo unos mangos. Esta pregunta, que es una pregunta, en realidad, muy pertinente, les parece "de friki". Ninguno de ellos "entraría" a otro hablando. "Nos pedimos el Instagram", dicen (dicen "el Insta", en realidad). "¿Y no se invita a una copa?", yo que pregunto. "Si un tío te invita a una copa, no te la bebes y llamas a los de seguridad", me contestan.

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En una cita que sale de Tinder está primero la comparación entre la foto y la realidad, que, por lo que me dicen, siempre es decepcionante. Y entonces, ya, las preguntas: "No quiero perder el tiempo. ¿Tú quieres tener hijos?". Qué difícil, supongo, tener que contestar tan crudamente.

A veces, estos jóvenes me dejan ver las publicaciones del Instagram. "¡Pero no toques nada!", me advierten. Porque se ve que si "mujeres likea alguien sin querer, ese alguien ya se imagina que hay tomate.